Competencia dispareja

Competencia dispareja

Agotado ya el asueto de Semana Santa, es imperativo retomar los asuntos dejados en suspenso. El tema salarial es uno de ellos, y es oportuno porque están de por medio, por un lado la impugnación de los empresarios contra el alza de un 20% al salario mínimo de los empleados privados no sectorizados, y por el otro la reunión convocada para mañana por el ministro de Trabajo, José Ramón Fadul, con representantes de los empleadores y los trabajadores para tratar sobre asuntos relacionados con la impugnada resolución.
En el contexto de este debate hay que señalar las discrepancias entre el salario mínimo aprobado, el costo promedio de la canasta familiar nacional, que cerró en marzo de este año en RD$29,014.24 (según datos actualizados del Banco Central) y que más que duplica la paga mínima, y el incremento de la productividad de los trabajadores, que no ha sido compensada en ningún momento pese a que se traduce en ganancias para las empresas a las que venden su esfuerzo.
Un enfoque desapasionado de las causales de la falta de competitividad de la mayoría de las empresas del país no podría excluir del análisis factores tan determinantes como la gran diferencia entre el salario mínimo más alto y el costo promedio de la canasta familiar, que equivale a más de dos veces dicho salario.

Apostemos a la eficiencia

La baja eficiencia en la distribución de la energía eléctrica sigue bajo la mira de sectores importantes de la economía nacional, que valoran la necesidad de un Pacto Eléctrico. Por ejemplo, la Asociación de Empresas Industriales de Herrera y la Provincia Santo Domingo (AEIH) lamenta la forma en que las “Ede” han desaprovechado la situación favorable de los precios de los combustibles que ha influido en bajas significativas de los costos de generación, sumada a la diversificación de la matriz energética puesta en marcha en el país.
Esa bonanza no ha sido aprovechada por las “Ede” para mejorar su eficiencia en la distribución, la cobranza de la energía puesta en línea y en la reducción de las pérdidas técnicas a promedios admisibles. Y para colmo, los apagones financieros siguen a la orden del día.

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