Con el asombro lejos, lo de la JCE se quedará así

MARIEN ARISTY CAPITÁN

Escándalo sobre escándalo se marchó el asombro. Decidió, ante lo inútil de su estancia aquí, elegir otros parajes donde tenga alguna utilidad. La República Dominicana, dijo antes de partir, la irracionalidad brilla tanto que nadie se sorprende de nada: la costumbre pesa en demasía.

La conclusión fue evidente cuando la gente dejó de inmutarse por el bochorno y la corrupción. Poco importa, por ejemplo, que alguien sea corrupto: a la hora de elegir un candidato a un 62% de los ciudadanos eso no les importa, tal como indicó la encuesta Gallup.

Por ello, probablemente, a pocos le importe que la pasada gestión de la Junta Central Electoral (JCE) entregó el proceso electoral del 2016 a la compañía Indra, que vendió e implementó la tecnología usada en el torneo sin permitir que los técnicos calificados de Dirección de Informática tuviera control de los equipos que se adquirieron ni de sus programas

Duele pensar en lo que se pudo hacer con los U$39,792,476.80 invertidos en esos equipos que ya no sirven para nada, según aseguró el martes pasado el presidente de la JCE, Julio César Castaños Guzmán. Además indigna que, aunque era previsible porque los equipos llegaron 48 días antes de las elecciones (y había que probarlos y capacitar a 19,148 personas), su desempeño fue tan pobre que transmitieron el 53% de las imágenes a nivel presidencial, 50% del municipal, 43% de los senadores y 39% de los diputados. ¿Se quedará eso así? Con el asombro lejos de aquí, seguro que sí.