Conflictos en el mercado informal isleño

Conflictos en el mercado informal isleño

Finalmente los haitianos se han dado cuenta que por años han sido los pendejos al dejar de cobrar sumas considerables de impuestos a los productos dominicanos. Semanalmente, sus ciudadanos los trasiegan hacia su país desde los distintos mercados establecidos en las poblaciones dominicanas fronterizas.
Entonces, su gobierno ha decidido frenar esa distorsión del mercado bilateral y han decidido frenar esa desigualdad. Represivamente le arrebatan a sus conciudadanos, que vienen del territorio dominicano los productos que compran. O al menos los llevan al mostrador de su aduana para cobrarles los impuestos de importación. El gobierno haitiano, como un anticipo para su enrutamiento por el orden, ha decidido frenar ese comercio desventajoso para ellos. Y por más golpes de pecho acerca de la sólida amistad entre las dos naciones, en la frontera se maltrata a los pequeños compradores de su país que semanalmente acuden a los mercados locales a comprar las mercancías que necesitan allá para sus colmados o para consumo personal. Todo bajo la instigación de los poderes económicos haitianos que ya quisieran para ellos controlar ese trasiego comercial. Ellos quisieran ser los importadores oficiales de los productos dominicanos manufacturados y hasta de los agrícolas.
Se maltrata a los pequeños comerciantes dominicanos en la frontera. Estos se habían acostumbrado a traficar libremente vendiendo sus mercancías a los compradores haitianos que no tenían que pagar aranceles en su país. Ahora se les confisca o deben acudir a pagar los impuestos establecidos muchas veces arbitrariamente por algún inspector haitiano semi analfabeto.
El comercio bilateral es la vida para las poblaciones fronterizas, muchas semi desiertas por el éxodo de sus habitantes hacia otras poblaciones con más actividades en los trabajos y calidad de vida. Las más atractivas de esos dominicanos fronterizos y haitianos añadidos en un combo migratorio son San Juan y Barahona en el sur profundo; Santiago, Moca y Mao en el centro de la isla. En el este Higüey y Verón y naturalmente San Cristóbal y Santo Domingo. En estos no solo acuden los dominicanos desplazados, sino cientos de haitianos que alegremente cruzan la inútil frontera sin ningún temor de rápida repatriación.
Aparentemente el trasiego mayoritario del comercio es del dominicano hacia Haití. Sus ciudadanos acuden masivamente a los mercados instalados en Pedernales, Jimaní, Elías Piña, Bánica y Dajabón. Y en menor escala en otras comunidades fronterizas con poco movimiento comercial. Allí se acumula una oferta de productos dominicanos, agrícolas y manufacturados, que los comerciantes ofertan a una ávida clientela, que en todo tipo de transporte manual se avituallan de lo que necesitan para consumir y vender en sus negocios de poblaciones cercanas a la frontera.
Cada semana el volumen del trasiego de mercancías se va incrementando. Aún cuando se favorece al comerciante dominicano, el haitiano también se beneficia por la demanda de los productos importados de Europa que ellos ofertan a los dominicanos. Son artículos de lujo como relojes, perfumes, bebidas muy caras hasta telas de calidad. Esos artículos de lujo son de gran demanda en el comercio local. Esos comerciantes fronterizos los adquieren para llevarlos a Santiago o a la capital para satisfacer un núcleo de consumidores que evitan comprarlos en alguna de las lujosas y exclusivas plazas de Santo Domingo o Santiago.
Las autoridades haitianas están empeñadas en aumentar sus ingresos aduanales en la frontera. Ellos buscan que esos cientos de sus ciudadanos, que semanalmente acuden a comprar en los mismos, paguen en sus aduanas los aranceles fijados mediante una agresiva campaña de arrebatarle los artículos que adquieren en Dominicana. O se los destruyen, o los tiran por tierra y al río o los llevan al mostrador de sus improvisadas aduanas para cobrarle lo que ellos consideran deben pagar.
Ahora hay muchos disgustos por la agresividad haitiana que siempre buscan los motivos más diversos para incordiar las relaciones bilaterales. Pero ellos tienen razón. Desean participar en una parte del pastel comercial que solo beneficia a los dominicanos.
Solo con restricciones draconianas que llamen la atención, como la de botar las mercancías que adquieren sus ciudadanos en la frontera, es que hará reflexionar a los comerciantes que no deben ser tan acaparadores de beneficios. Es que les toca compartir. Así llaman la atención y obligan a los autoridades y comerciantes dominicanos que cedan en sus aires de superioridad que pretende mantener pisoteados a nuestros vecinos. Estos con su conducta ladina saben puyarnos y nos atemorizamos por la opinión internacional de los abusadores que somos en contra de esos infelices que solo buscan no morir en su destartalado y desolado territorio.

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