Confusiones convenientes

Confusiones convenientes

Es la privatización del proceso penal. Es la repartidera de sanciones y distribución antojadiza de descargos y condenas. La difusión conveniente de la infamia para que el eco se expanda, urbi et orbi y los promotores froten sus manos, satisfechos. Remedo de aquel procurador romano que sabía lo que hacía, como estos.
Negar, más que desconocer el derecho penal, el contenido del código, aboca al caos que, tal vez, sin querer, provocan. Desacreditar y ningunear el entramado judicial, propicia la anarquía, mortifica y acobarda jueces, a fiscales, a cualquier integrante del estamento represivo del Estado. Entre el populismo y la caridad penal está la nada, el protagonismo insulso y a veces dañino e inquietante. Cuando se produce la calificación de una infracción ya las gradas tienen la decisión tomada y la bulla impide la evaluación del fallo. Continuar con aquello de porqué a uno si y a otro no, a ningún lugar conduce.
El embiste trasciende lo penal y la plaza pública estrena por doquier economistas, filósofos, pedagogos, críticos literarios. Es la confusión, hija de la imparable difusión de sandeces, de la abundancia de información innecesaria y fugaz. La consecuencia de reproducir la solfa de la sociología urgente para tontos, la boutade antropológica sin ayer. El contexto jurídico sin códex. Es el ahora que otorga calidad para decir, mentir, opinar, torcer.

Sin reparar en elementos constitutivos de la infracción, el circo procede a la calificación antojadiza de los hechos y el dislate se divulga, arropa, se convierte en verdad de momento. Nadie puede interferir con argumentos porque la mayoría acepta el error sin rigor y lo difunde, sin prudencia. Sin leer razones para evaluar decisiones, para analizar proclamas, el disparo multiplica efectos y el momento electoral, además, acoge y maneja cualquier situación, sin importar la frivolidad del hecho o su dimensión.

Embrolla sucesos triviales para hacerlos trascendentes y herramienta de lucha. Estafas, pendencias familiares que ocupan tribunales, ajustes de cuentas, juegos, conciertos, galardones, exhibicionismo, estrategas de ocasión pretenden convertir en argumento, para ganancia de espacio, no de causa. Así se forja el pensamiento, la opinión. Así ejercen el derecho a transgredir, desde la estulticia mimética y prepotente que balbucea reclamos sin saber qué significa tener obligaciones y disfrutar derechos.
Colectivo que habla y repite con contundencia, algo que escuchó, interpretó y gracias a la complacencia oportunista, expone y demanda atención para su cháchara. Es el fatuo empoderamiento ciudadano, funciona sin reglas y abjurando de su cumplimiento. Asume como conquista el desprecio a la norma que desconoce y exige que otro cumpla. Confusión ciudadana conveniente y convincente, con autoría de conspicuos gestores, promotores del buen vivir, que saben imponer su credo a través de una resonancia cándida y servil.

De ese modo, la elite de iluminados, ese sanedrín ad hoc, templa el acero de su interés y arrendamiento. Copa y ocupa páginas, titulares, tertulias y la emocionalidad compra y asume, tanta decidera magistral. Así no es posible la institucionalidad, así es imposible tener y mantener instituciones. Cuando la pretensión de universalidad está en el uso y la posesión de un teléfono inteligente, el aldeanismo apabulla y es adarga. Las infracciones se trivializan y el comadreo convierte el crimen en chisme y greguería.

Repetir “ab irato”, agredir, sin aval ni lectura, sin intento de investigación, para situar, es la consigna y apareja consecuencias. Aunque ninguno lo tenga, existe el ultraje público al pudor.

La ventaja de la chacota contemporánea es que coloca en el imaginario ágrafo, homónimos impensables. A pesar de grotescas coincidencias, la similitud incita a hurgar para descubrir, en el siglo XXI, que alguien estuvo primero que “La Para” y que no fue bloguero el autor de “El Espíritu de las Leyes”.

También la algazara permite ratificar, que la mejor reseña del oprobio trujillista está en “La Fiesta del Chivo”. Lo demás es juego conocido. Las travesuras ocupan los bandos. Deben cuidarse para no devenir en secta ni en pandilla.

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