Consternación en Nueva York

Consternación en Nueva York

El crimen con sello de lo nacional cruza fronteras hacia varios lugares del mundo y con frecuencia golpea a los propios conciudadanos, como acaba de ocurrir en Nueva York. La sangre del adolescente Lesandro Guzmán Félix fue hecha correr por pandilleros de su mismo origen, por descendencia muchas veces, sumiendo en dolor a una colectividad neoyorquina, hecho que sus propios autores describen desde la clandestinidad como «una muerte por error». El bandolerismo de entes marginales infesta suburbios de la Ciudad de los Rascacielos. La vinculación de clanes delictivos con este país es conturbadora y proyecta hacia el resto de la sociedad una imagen infiel, alejada de los comportamientos más representativos de este pueblo, de gente que trabaja y se beneficia muchas veces del ascenso social constituyendo una patria de ultramar que transfiere a sus familias del lar nativo parte de sus ingresos nutriendo significativamente a la economía con remesas.

Existen, aquí como allá, contextos sociales que deforman conductas y familias disfuncionales que no transmiten valores propiciando el descarrío y las drogas, con la adoración del dinero fácil y el desprecio a leyes y vidas para conseguirlo. En ámbitos de estas colectividades separadas por el mar reinan pobrezas materiales y morales como vientre del que surge la delincuencia juvenil que debe ser contrarrestada desde sus causas más profundas.

Una generosidad muy esperada

En el país se manifiesta un riesgoso déficit de sangre para las súbitas urgencias de transfusiones a lo que se suma la pobre disponibilidad de órganos para trasplantes que suelen convertirse en imprescindibles para salvar vidas. Persiste un valladar invisible entre personas sanas que permanecen en actitud de rechazo a dar de sí, y sus prójimos en estado crítico. Ha ocurrido un lamentable retroceso en los criterios, antes más favorables, de ciudadanos que se inclinaban a ser generosos con sus cuerpos.
Aun las donaciones en vida menos comprometedoras para la salud del donante, como ceder un riñón, resultan inusuales, siendo las disfunciones renales de alta incidencia y mortalidad en el país. Procede dedicar tiempo, energía y espacio, desde lo público y lo privado, a crear una cultura de donación de órganos.

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