Consultorio de Familia

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Pregunta de la lectora: Me siento terriblemente confusa. Sé que he sido buena madre y esposa. Me castigo mucho al pensar en todo lo que le he tolerado a mi pareja. Infidelidades, malos tratos, llegadas tardes, su aislamiento y sus silencios. No sé si después de muchos años de casada valdría la pena una separación. Solo sé que quiero estar tranquila. ¿Qué me aconseja?

Respuesta de la terapeuta: Le recomiendo hacer algunas reflexiones respecto a su compromiso familiar, de pareja y el rol que usted estuvo desempeñando como mujer de acuerdo a lo que culturalmente se espera de usted en cada una de las asignaciones familiares.

La mujer, en la actualidad, tiene mayor información sobre la relación de pareja y la funcionalidad; y cuáles son las expectativas que se espera de acuerdo a su condición de mujer.

Hoy evalúa el resultado de los años de relación conforme a la satisfacción que siente, pero, además, la forma en que usted percibe que es retribuída por su pareja y sus hijos.

El malestar aparece cuando se valora la inversión en tiempo, sacrificios, cosas dejadas de hacer para dedicarle tiempo a la familia, la tolerancia frente a las situaciones sufridas, entre otras, y sentir que no ha sido considerada, amada y reconocida como usted esperaba.

Aparece la frustración, porque a pesar de sus inversiones emocionales no tiene la pareja que sueña en esta etapa de su vida.

Es preferible conciliar entre las expectativas con su pareja, lo que él puede ofrecer emocionalmente y no exactamente lo que usted anhela. La pareja ofrece lo que tiene, lo que puede o quiere dar.

Depende del esfuerzo, el interés y las competencias emocionales que tiene su pareja para retribuirle de acuerdo a lo que usted considera inversión familiar.

La cultura ha moldeado comportamientos y modelos excluyentes emocionales tomando en cuenta si es hombre o mujer. Las expresiones y la intimidad emocionales estuvieron más reservadas para las mujeres.

La expresión del afecto de los hombres estuvo restringida, incluyo la libertad para comunicarse y expresarse sin temor. Estuvieron condenados a guardarse toda manifestación de afecto y sensibilidad.

Además, por cultura, consideraban que ellos eran los receptores del amor, no los emisores y mucho menos que lo expresaran con libertad en cualquier espacio.

Soltar el pasado y no cuestionarse por ello le favorece emocionalmente.

Disfrute de lo aprendido y de lo que usted es hoy.

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