CONSULTORIO DE FAMILIA. Familiares no visitan a sus ancianos

CONSULTORIO DE FAMILIA. Familiares no visitan a sus ancianos

Soraya Lara de Mármol

Pregunta de la lectora: Conozco varias personas que cuando sus familiares envejecen o están muy enfermos no visitan a sus familiares. No tienen el valor para verlos en esas condiciones. ¿Es un tipo de fobia o conducta anormal?

Respuesta de la terapeuta: Considerarlo como una conducta anormal es cuestionable. El concepto de anormalidad se asume a partir de criterios estadísticos significativos que indican que se salen de lo esperado en una sociedad y cultura determinada.

Si hablásemos de fobia, sería una conducta generalizada. Es decir que se presenta la misma conducta en persona no familiares.

Podría tratarse como usted dice, que sienta emociones fuertes al ver a los adultos mayores en esta etapa de vulnerabilidad.

Es un período en que ellos necesitan de los familiares para ser cuidados y protegidos. Muchas de las funciones, actividades y reflejos han cambiado. Se encuentran en un período en que su realidad es distinta a la de otros tiempos. No todos logran asimilar ciertos cambios sociales, familiares y tecnológicos. Esto los podría aislar más del entorno, el cual necesitan para su sobrevivencia.

Sin duda, que debemos superar el “no tener valor” porque sin querer se les puede hacer sentir a esos familiares que no tienen significado y se sienten rechazados.

La vejez y la enfermedad son condiciones de vulnerabilidad. Las personas están más propensas al aislamiento, en consecuencia están más expuestas a que no se tomen en cuenta sus necesidades de cuidado, medicinas y manifestaciones de afectos no sean tomadas en cuenta.

En estos tiempos postmodernos, Zigmunt Bauman describe el amor líquido como un estado sin forma, efímero, sustituible y de desecho cuando es considerado inservible para los fines personales, sobre todo porque se asienta en el individualismo, no en la solidaridad. Predomina la fragilidad de los vínculos.

Adscribirse a una supuesta patología, es una forma de justificarse en un mundo en el que los vínculos permanentes no son para mostrarlos orgullosamente. Vivimos un tiempo que nos entrena para evitar el dolor o el sufrimiento como sentimientos o emociones de las que hay que avergonzarse.

Se cree que evitar aquello que no nos agrada es ser héroe o heroína, cuando se trata de un escape a una realidad que se debe asumir responsablemente.

Nuestros antepasados son nuestra historia, nuestro reflejo. Forman parte de nuestra identidad. No estar cerca de ellos es rechazarnos a nosotros mismos.

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