Contando quiero decirte o el buen momento de la cuentística dominicana

Contando quiero decirte o el buen momento de la cuentística dominicana

(Última parte)
NAN CHEVALIER
El cuento “Corazón de viento”, de Emilia Pereyra, nos conduce por el sendero de las pasiones humanas incontrolables. Si alguien ha tenido un amante, un imposible, aceptará mejor estas palabras que acabo de escribir. Hay quienes dicen que el amor es un pacto tácito entre dos desdichados que deciden alabarse mutuamente, y que es, además, un delicioso desastre. [1] “Corazón al viento” es el cuento ideal para confirmarlo. Es un texto trágicamente hermoso acerca de una relación amorosa imposible, sesgada por los compromisos familiares de la amante.
“Noche de miradas grises” también es un cuento conmovedor; en él, Pereyra nos guía en un viaje al pasado de la vida pueblerina, y lo hace a través de la visión de un personaje juvenil, dueño de la ingenuidad que se posee cuando se es muy joven y no se tiene noticia del verdadero significado de la muerte. El final, como suele ocurrir en la narrativa de esta escritora, siempre tendrá que colocarlo el lector.
La adjetivación precisa, transparente, distingue “El otro círculo”, cuento de oscura trama y final sorpresivo, rasgo este último distintivo de la cuentística de Luis R. Santos, el cuarto narrador incluido en la antología Contando quiero decirte.
En “El otro círculo” la muerte es una presencia opresora, circunda al personaje central como un ave de rapiña. La noche del 24 de diciembre, fecha de gran significado en la tradición cristiana, sirve de trasfondo para la puesta en escena de lo siniestro; leamos: “La claridad de las luces de los relámpagos inundaba por instantes el recinto oscurecido; era una luz inusual, como cargada de presagios”, (p. 105).
“Tienes que matar al perro” es un cuento maravilloso. La amistad entre el protagonista y su mascota, un incondicional perro, cobra matices dramáticos en el texto. Se trata de un cuento cargado de un humor lacerante, humor negro, que pone en evidencia el desamor del matrimonio y el apego del personaje principal a su cachorro, como un mecanismo de defensa contra la infelicidad conyugal.
De nuevo Luis R. Santos acude a la adjetivación precisa para crear la atmósfera anhelada, llena de imágenes poéticas que adornan las escenas sin que por ello se altere el curso galopante de la narración, como cuando el narrador dice: “El hombre se sentó debajo de un poste de luz con una bombilla que irradiaba una luz aguada, casi fantasmal”; (p. 112).
En “Una extraña asesina” Luis R. Santos nos deslumbra con un personaje femenino que puede ser tan admirado como odiado. Y en esa disyuntiva recae la virtud del cuento, más allá de los aciertos narrativos del autor. El odio contra la humanidad, la apatía y afecto plano del personaje ante los eventos del mundo, en una palabra, el instinto de muerte (que consiste en el placer ante el dolor ajeno.
El personaje femenino que narra, en primera persona partícipe, el cuento “Mi gran abuelo” nos introduce, sin prólogo, en la visión cruda de la realidad típica de la cuentística de Santos. El cuento nos presenta el racismo extremo de una parte de la sociedad dominicana, matizada por la herencia cultural de la tiranía trujillista.
El cuento “La máscara del tiempo”, de Avelino Stanley, es una metáfora sobre la hipocresía y el cinismo humanos asociados al poder político. El primer párrafo contiene, condensada, la totalidad de la historia: “Todos los que presenciaron el discurso del presidente pudieron ver cuando se le reventó el rostro. Fue como si una fuerza misteriosa hiciera estallar un espejo, así, de repente.” (p. 135) Más allá de la anécdota en que el anciano mandatario se desplaza rodeado por el círculo de abyección, sobresale en este cuento el efecto metonímico de ciertas construcciones sintácticas, como cuando el narrador nos dice que uno de los reporteros que cubrían el acto presidencial “le recogía las palabras con varios micrófonos” (p. 135) y que los miembros de la escolta presidencial “lanzaban el filo de sus miradas sobre el más leve movimiento”. (p. 135) La atmósfera toda es alucinante, con imágenes ideales para una adaptación cinematográfica, porque a este presidente la ranura en el rostro le hacía lucir como “una pared con una grieta”. (p. 135)
“Danza de las llamaradas”, por su parte, narra una historia conmovedora sobre las costumbres de los cocolos y haitianos en la zona este de la República Dominicana, específicamente los de Macorís del Mar. A través del personaje central, Papito Dendé, el lector asiste a la puesta en escena de toda la tragicidad que circunda la vida de los braceros de la caña de azúcar. El gagá, la sensualidad de las negras mujeres danzantes, las supersticiones multiculturales están presentes en este cuento, en el que la realidad se entrecruza con la ficción, creando una nueva realidad mágica. Para erigir ese mundo mágico con base en la realidad, el narrador otorga poderes divinos a la naturaleza, la misma que determina el destino de los hombres: “El incendio ahuyenta hasta a los espíritus que los cortadores de caña tenían escondidos en el cañaveral. Las llamaradas están danzando sobre el ancho manto de la oscuridad y saltan entre los ojos del hombre que está enfrente”. (p. 139).
Para Avelino Stanley, la existencia de los seres humanos tiene una dimensión que trasciende la cotidianidad; por eso: “Papito Dendé es ya el símbolo de la vejez por todas partes. Los años vencieron; se siente hasta en el abandono que nunca tuvo. Se acerca el momento que todos temen”. (p. 140). Ese instante que todos tememos, la muerte, será superada por las creencias de unos personajes que sienten que solo están de paso por la vida, y ese paso se evidencia en la evolución de los elementos de la naturaleza: “La ceniza es la transformación del todo hacia la nada después de su espantoso paso por el fuego. Por eso nadie ve el mismo fuego dos veces”. (p. 149) El narrador recompone y dinamiza la acción con oraciones cortas al inicio de los párrafos.
“La carretera” narra el fracaso de un prospecto de béisbol debido a que no lo pueden firmar porque no posee documentos legales.
En el plano formal, sobresale la hipérbole, como cuando el narrador dice que el prospecto “Corre como si fuera tras la velocidad de la luz” y que “El bate en sus manos le pega con fuerza hasta a las señales del lanzador”. (p 155)
Finalmente, en “Nudos” Stanley enfoca la exclusión social y el papel que en ella juegan las religiones y el poder político. Siempre metafórico, con excelentes desplazamientos semánticos y personificaciones, Avelino Stanley erige un mundo que fluctúa entre la cultura criolla y la que introduce en nuestro país el inmigrante; una literatura que oscila entre la miseria humana y los anhelos de una vida mejor.
Como se puede notar, la antología Contando quiero decirte pone en evidencia la excelente calidad de la narrativa dominicana actual. Es una cuentística de primer orden, que debemos defender y, sobre todo, promocionar dentro y fuera del país. Si los cinco escritores que la conforman fueran el róster de un equipo, el campeonato en lengua española estaría asegurado. Yo propondría a Marcio Veloz Maggiolo como mánager, a Ángela Hernández como capitana y a Pedro Antonio Valdez como bateador designado.

[1] Emil Ciorán, “Deseo y horror de la gloria” en La caída en el tiempo.

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