Contra la ofensa de De Blasio

Contra la ofensa de De Blasio

Bill De Blasio, el alcalde de la ciudad más dominicana del exterior, embistió a este país con saña al proponer un boicot a nuestro turismo, exhortando a los estadounidenses a no venir a República Dominicana, una reacción desproporcionada y carente de fundamento contra el programa de regularización de inmigrantes con que el Estado dominicano está poniendo en orden la presencia de extranjeros y que eventualmente implica la repatriación de las personas de origen exterior que no se acogieran al plan. En modo alguno República Dominicana ha pasado por encima de las elementales normas de trato a extranjeros o sus descendientes como para merecer la reacción delirante, profundamente hiriente para esta nación, del alcalde de Nueva York.

Su pronunciamiento, cargado de la intención de causar daños a la economía de un país amigo del suyo como es éste, con muchos de sus hijos habitando la ciudad de los rascacielos y contribuyendo con su trabajo a la vigencia económica y trascendencia de la ciudad del Hudson. Su ofensiva y destemplada declaración merece una enérgica repulsa de esta sociedad. Ya lo han hecho sectores de opinión y, en primer plano y con intensidad, el embajador dominicano en Washington, José Tomás Pérez, quien situó en un marco de ignominia las palabras de De Blasio al describirlas como agraviantes e hipócritas manifestación de intolerancia política.

Preocupaciones tempraneras

El activismo político con presagios de alianzas y aglutinamiento de banderías podría expresar algunas intenciones de servir pero no pocas de simple apetito por cargos. Lo que podría venir pronto, con tantos afanes que incluyen a sobrevivientes de proyectos políticos que parecían sin futuro, es una embestida que agrave déficits fiscales, con riesgo incluso de que sin racionalidad se creen ministerios, provincias y municipios que engorden la piñata.
La sociedad civil y líderes de opinión susceptibles a los desbordamientos clientelistas y a la inveterada tendencia partidaria a ingresar al Estado para tratarlo como un botín tienen que estar en guardia. Intensificar críticas y ejerce la influencia y presiones necesarias para que se legisle prontamente contra las debilidades institucionales que permiten abusar del erario.

 

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