Controles imprescindibles

Controles imprescindibles

La Junta Central Electoral (JCE) merece ser respaldada en su decisión de otorgar fondos a los partidos políticos en función de la votación que hayan obtenido, y en la de retener las asignaciones de aquellos grupos que no hayan rendido cuentas de la forma que invirtieron el dinero que ese organismo les entregó el año pasado. Por lo menos catorce organizaciones reconocidas no han presentado informes financieros en que detallen y justifiquen el uso del dinero del erario que se les entrega para financiar sus gastos de campaña electoral.
En lo que el Congreso se decide a aprobar herramientas rezagadas como la Ley de Partidos y la Ley Electoral, que de seguro incluirán cláusulas relacionadas con la financiación de los grupos políticos, es saludable que la JCE se valga de los controles administrativos regulares que imponen que las organizaciones que reciben financiamiento del erario deban rendir cuentas del uso que dieron a esos recursos.
Es tiempo ya de que el ejercicio de los partidos políticos se someta a las formalidades afines a la financiación de sus campañas con dineros de los contribuyentes. Y hay que apurar el paso para que el Congreso saque de su atascamiento los proyectos de Ley Electoral y Ley de Partidos, para que la democracia representativa cuente con la diafanidad y las regulaciones que la harán más transparente y confiable.

Paradojas del subdesarrollo

En este país, que dice invertir sumas importantes para promover el emprendimiento, la innovación y la creatividad, se está dando el caso de que un organismo oficial, por falta de recursos económicos, tiene paralizado un proyecto para extraer biogás de las algas que invaden frecuentemente nuestras costas. El Instituto de Innovación en Biotecnología e Industria (IIBI), que tiene bien ganada reputación en su especialidad, necesita RD$6 millones para ejecutar la iniciativa, en la cual trabaja en coordinación con la Universidad de California.
El obstáculo que impide el avance del IIBI en ese proyecto reafirma nuestra condición de país que invierte poco en investigación y desarrollo (I+D) para impulsar iniciativas que pueden resultar económicamente provechosas. En ocurrencias como esa está afincado nuestro subdesarrollo.

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