Crecimiento económico y equidad

Crecimiento económico y equidad

Los días 17 y 18 de julio de 2009 se realizó en Santo Domingo un seminario sobre la socialdemocracia Hoy, con la participación de intelectuales y políticos que discutieron sobre la pertinencia de un proyecto ideológico socialdemócrata, en un contexto de descalabro del pensamiento conservador que una vez llegó a proclamar el “fin de la historia”.

Las crisis de mercado, la desaparición del neoliberalismo de los espacios de pensamiento y la redimensión de los mercados como una institución más, cuya relevancia depende de la interconexión con otras instituciones como las vinculadas con el Estado de derecho, la  democracia, la educación, la salud, entre otros, hace oportuna recordar la discusión entre crecimiento y equidad.

Hay muchos economistas y políticos dominicanos que piensan que existe una secuencia temporal entre crecimiento y equidad. Primero crecer y después distribuir.

En los clásicos como Smith, Ricardo y Marx se argumentó que la fuente de acumulación y crecimiento eran las ganancias, es decir, de la concentración del ingreso.

Los economistas neoclásicos, ni siquiera le prestaron mucha atención al problema de la distribución, para ellos el salario y la ganancia quedaban determinados por la productividad marginal de los factores productivos, dado mercados competitivos.

Cuando estos economistas abordaron el tema del crecimiento en el modelo de Solow, asumieron propensiones al ahorro constante en la economía e igual para todos los agentes de forma que la distribución no ejercía ninguna influencia en el crecimiento.

Los keynesianos en diferentes versiones, desde  Kaldor, asumieron diferentes propensiones  ahorrar de salario y la ganancia, estableciendo una relación directa entre participación de las ganancias en el ingreso y crecimiento.

Amartya  Sen calificó estos modelos de desarrollo como Blast (Blood, sweat and tearst–sangre, sudor y lágrima)  que nos hacen referencia al principio del “sacrificio necesario” para la consecución de un futuro mejor.

La idea es que son necesarios ciertos males como reducciones en las prestaciones sociales, gran desigualdad social y algunos llegaron a sugerir el autoritarismo inspirado en las dictaduras de Pinochet y Lee Ruan Yew.

Estos enfoques se basaron en la idea en que el crecimiento estaba determinado por la acumulación de capital físico, por lo tanto la formación bruta de capital sólo se lograba aumentando el ahorro que dependía de la ganancia. 

En los años 80 y 90, en los ámbitos académicos se discutió la relación entre distribución y crecimiento, pero desde otra perspectiva a partir de los trabajos de Alesina, Rodrik, y Roberto Perotti, introduciendo el debate sobre el crecimiento endógeno.

Se sostenía que la concentración del ingreso perjudicaba al crecimiento económico.

Por tres razones: a mayor desigualdad mayor tasa impositiva efectiva que desalienta la acumulación del capital físico y humano.

Segundo, la desigualdad crea tensiones sociales que castiga a la inversión y tercero, la desigualdad genera pérdida de capacidades en la sociedad, lo cual afecta al crecimiento económico.

A pesar de las evidencias empíricas que se presentaron, estos análisis quedaron ahogados por los acontecimientos de los años 80  y en los 90.

La revolución neoliberal estaba en su reino y los ajustes estructurales inspirados en la ortodoxia del libre mercado de la economía neoclásica ahogaron toda posibilidad de centrar el análisis en las condiciones de vida de las personas.

Se prometió un crecimiento sostenido, basado en las fuerzas del mercado que todo lo resolvería.

Los resultados fueron terribles. La capacidad de acción de los estados se llevó a su mínima expresión.

Se privatizó sin mecanismos de regulación, se erosionó la condición ciudadana de la población, se debilitó la cohesión social, se generó exclusión y se debilitó tanto al Estado que quedaron indefensos frente al narcotráfico. No se trata de negar el papel de los mercados, por el contrario, se trata de entender el espacio institucional de estos mercados.

Los mercados son necesarios para el intercambio, dan la libertad de intercambiar bienes y así como sería una estupidez prohibir el intercambio entre personas a través de una conversación, tampoco hay un motivo para prohibir las transacciones de mercado en general.

Estos han  jugado y seguirán jugando un papel en el fundamental en el desempeño económico.

Ahora bien el mercado, no existe en un vacío institucional, es una institución cuyo funcionamiento depende de otras instituciones y a su vez es generadora de instituciones.

Es tan importante como las otras instituciones con las que se encuentra interrelacionada.

En ese contexto, un mercado no crea libertades reales, solamente garantiza inmunidad frente a las decisiones, no desmonta privaciones.

 Es decir, permite que una persona en un mercado, con un presupuesto pueda decidir entre esto o aquello sin ninguna violación de su autonomía.

De hecho, una persona, dado el arreglo institucional, entra al mercado con una carga de capacidades y privaciones que determinan sus posibilidades en el mercado y para lo cual, éste no puede hacer casi nada o nada a fin de crear libertades reales, como estar educado, tener salud, tener empleo, entre otras cosas,  y para lo cual se requieren otras instituciones.

Esta situación, se encuentra muy alejada de la igualdad jurídica entre las personas que aseguran los mercados, lo cual es necesario, para la inmunidad frente a las decisiones, pero es totalmente insuficiente para crear las libertades reales a fin de que estas personas  puedan elegir lo que valoran en la vida.

El Protagonista

Miguel Ceara- Hatton

Coordinador Nacional de la Oficina de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones para el Desarrollo (PNUD)

Ceara-Hatton es el autor de este artículo. Es un reconocido  economista dominicano, especializado en  temas de desarrollo humano.

Fue  director de la Asociación de Estados del Caribe, además ex presidente de la Asociación de Economistas del Caribe (1991-1996) y ex director del Centro de Investigación Económica para el Caribe (CIECA) (1987-1996).

Clave del desarrollo

Hay suficiente argumentación  que muestra la relación positiva entre el crecimiento económico y la distribución del ingreso.

1) Por razones de justicia social y moralidad. La idea de lo justo está asociada a algún ámbito en el que todas las personas deben ser iguales, lo cual es un argumento central para la mayoría de las sociedades y sistemas de valores.

2) Prioridad a los pobres. Las personas pobres sufren privaciones mucho mayores que aquellos que no lo son, por lo que el progreso acelerado entre los pobres es una de las vías más eficaces para acelerar el progreso nacional.

3) Por razones de crecimiento y eficiencia. La desigualdad extrema no sólo es perjudicial para la reducción de la pobreza, también lo es para el crecimiento. Se dificulta el acceso a la educación, al crédito, los derechos y los bienes públicos, perdiéndose oportunidades de crecimiento.

4) Es falso el dilema entre crecimiento y equidad. Si la fuente de eficiencia económica son las habilidades, las tecnologías y el conocimiento, el portador esas habilidades, tecnologías y conocimiento son las personas, por lo tanto las condiciones vida de las personas es parte de la misma ecuación de eficiencia. Mejorar las condiciones de vida de las personas es una forma de ser eficiente.

5) La legitimidad política del orden institucional. No se puede construir una sociedad estable social y políticamente, cuando la gran mayoría de la población se siente excluida. No hay que olvidar que el capital para acumularse requiere paz social.

6) Las desigualdades económicas y políticas están asociadas a un desarrollo institucional pobre. La desigualdad económica y social se reproduce a través de las instituciones y estás dejan de ser medios confiables para la sociedad en su conjunto, afectando las posibilidades de acumulación de capital. Otra vez, el capital para crecer y acumularse requiere de instituciones sólidas y creíbles.

 7) La desigualdad debilita la cohesión social. La cohesión social son las fuerzas intangibles que adhieren, atraen y vinculan los componentes de un colectivo humano.

8) Los objetivos de las políticas públicas. La mayoría de las sociedades conciben la reducción de la pobreza y la eliminación de las desigualdades injustas como metas importantes a la hora de formular políticas públicas.

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