Crisis a vencer por doquier

Crisis a vencer por doquier

Como ley universal podemos considerar la lucha constante por vivir de todas las especies en el mundo biológico. Bajo condiciones naturales nadie quiere morir, sin embargo, al final de la jornada no habrá escapatoria, el binomio nacer y morir es inseparable. ¿Cómo escapan los seres vivientes a semejante maldición? Mediante el hermoso fascinante proceso de la reproducción. Somos el legado dejado como semilla por nuestros progenitores; es deber de la generación presente dejarle un mundo mejor a nuestros hijos. Desafortunadamente, serios nubarrones amenazan la consecución de tan noble objetivo.
Entre dichas amenazas tenemos una guerra en el Medio Oriente que no termina; la masiva emigración hacia Europa de millares de personas huyéndole al demonio bélico; agréguesele a ello los actos terroristas en el viejo continente llevados a cabo por militantes islámicos como respuesta al conflicto armado en su región. Sumemos también la inestabilidad política en Suramérica tras los escándalos de actos de corrupción gubernamental.
Como si todo esto fuera poco echemos una mirada a la creciente población mundial y la desigual distribución de los bienes y servicios procreados. La vorágine economicista estimula el consumo exagerado como premisa al incremento productivo en la fábrica. Recursos naturales no renovables se malgastan, lo que en el caso de los combustibles contribuye al peligro real del calentamiento global.
Urge por parte de los gobiernos iniciar en lo inmediato una campaña educativa en la que desde la niñez se enseñe en las escuelas la importancia de promover un mundo de paz y armonía en el que impere el amor al prójimo, a la tierra y su ambiente.
En el caso específico de la República Dominicana se hace impostergable la adopción de un programa tendente a evitar la tala indiscriminada de árboles y el respeto absoluto de nuestros parques nacionales. Las cuencas hidrográficas nacionales tienen que ser protegidas con celo y vigor. Bosques y fuentes acuíferas comprenden una unidad indivisible. Flora y fauna dependen del agua. La higiene urbana se torna en mito si no contamos las 24 horas con sistemas de acueductos que garanticen la calidad y el constante flujo del preciado líquido en cada hogar y establecimiento público y privado. Las prolongadas sequías amenazan la salud y la existencia misma de las personas. Los constantes apagones impiden una efectiva cadena de frío indispensable para la preservación de los alimentos en los sitios de expendio y en la casa.
Tenemos crisis en la salud mental. Recientemente llevé a cabo un sencillo ejercicio. Arranqué con la rutina de un día laboral cualquiera. Primera sorpresa: amanecimos sin servicio de acueducto, tampoco había electricidad.
Ello retrasó nuestra salida del hogar hacia el trabajo. Luego caímos en la estresante odisea del transporte. El tráfico era tan denso que había un mayúsculo taponamiento caracterizado por una lucha selvática entre conductores públicos y privados; allí prevalecían la irracionalidad y la agresividad. Aquello era una atmósfera no apta para cardiópatas. Salieron triunfantes los más locos y osados, quienes violando toda regla de tránsito se impusieron temerariamente. Me convencieron de que nadie anda seguro en la calle. El reto es enorme, debemos dejarle a nuestros hijos un mundo mucho mejor del que heredamos.

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