CRISIS DE AUSENCIA

CRISIS DE AUSENCIA

Sólo hay que pedir al Creador que impida a cualquier mortal pasar por tan cruel situación. La sola escena es devastadora, y más aún cuando te toca de cerca como padre.
Ver a un hijo desconectarse del mundo por segundos -y hasta minutos-, fijar y profundizar la mirada, caer al piso mientras sus esfínteres se relajan: (se le salen la orina y las heces fecales), que no responde llamados, que no se mueve, o en ocasiones el cuerpo se mueve involuntariamente mientras todos alrededor- impotentes- ven el tiempo trascurrido -por más corto que sea- como una eternidad…
Este cuadro intranquilizador no es algo aislado. La cantidad de crisis diarias, que se repiten diez y hasta veinte veces, incluso durante el sueño, hacen que muchos padres se conviertan en fieles guardianes del paciente ante la angustiante espera de un nuevo evento, mientras el especialista pueda “ajustar” la dosis de los medicamentos, ya que cada caso es diferente y no hay una medicación cien por ciento exacta.
A esto se le conoce como crisis de ausencia o “pequeño mal”, un tipo concreto de crisis epilépticas, que suele aparecer en la edad escolar, mayormente entre los 4 y 9 años, explica la neuróloga pediátrica Anny Arias.
Hasta el momento estudios hablan del factor genético como principal causante; el proceso se desencadena cuando se registra un desequilibrio en los neurotransmisores cerebrales (biomoléculas que transmiten información de una neurona a otra).
A cualquier persona le puede ocurrir una crisis de ausencia, incluso hasta adultos; sin embargo -explica Arias- los pacientes autistas tienen la posibilidad de un 15 a un 30 por ciento de desarrollar este cuadro epiléptico. Además, hay algunas malformaciones cerebrales que también la pueden provocar; otras causas son idiopáticas.
Pero no todo es malo. La luz en el camino es que estas crisis, si son bien tratadas, desaparecen durante la adolescencia.
Lo importante es auxiliarse de un buen especialista, humanizado, que se identifique con la desesperación de los padres y que esté en constante comunicación, de lo contrario esta situación se puede convertir en una verdadera pesadilla.
¿Por qué el autista hace crisis de ausencia? “Todavía -señala Arias- no tenemos una confirmación ciento por ciento, pero en las personas con esta condición, el glutamato -sustancia que comanda en el cerebro todas las habilidades-, se encuentra elevado a nivel cerebral, según se ha demostrado tanto en espectroscopia como por resonancia espectroscopia”.
Típicas o atípicas. Cuando el paciente muestra solo mirada fija, profunda y pestañeo estamos hablando de ausencia típica; las atípicas se asocian a otros cuadros epilépticos más graves y se pueden acompañar de retraso en el desarrollo o déficit cognitivo.
Estas manifestaciones pueden presentar síntomas separados y en casos más graves, juntos. La etapa más frecuente de su aparición es la infantil, en segundo orden, la adolescencia. Para identificar su sintomatología, los especialistas recurren al electroencefalograma, que permite ver la frecuencia e intensidad de las descargas, y a la resonancia magnética, para descartar un daño cerebral que esté desencadenando este tipo de convulsiones.
“Estas descargas excesivas de las neuronas provocan la pérdida de muchas habilidades, que como sabemos son adquiridas como el lenguaje y el aprendizaje. No se pierde el lenguaje, pero puede retrasarse, es decir, puede haber dislalia (dificultad para articular las palabras debido a malformaciones o defectos en los órganos que intervienen en el habla) y bradilalia (lentitud anormal en la articulación de las palabras debido a una lesión cerebral), puntualiza la especialista.
En la mayoría de los casos, los profesores son los primeros en percatarse de la situación: el niño se queda ausente al hacer las clases, deja espacio vacío, en ocasiones se le caen algunos objetos, además se queda con la mirada fija, perdida, y no escucha.
Es importante que los padres le den todos los detalles al especialista, de modo que este pueda hacer una correcta historia clínica. Deben llevar un registro de la cantidad de convulsiones que el niño presente -y tener videos caseros de los episodios puede ser de gran ayuda.
Recomendaciones.
1- Quitarle de las manos cualquier objeto peligroso.
2- Sentarlo en un lugar de superficie cómoda para evitar golpes.
3- Mantener el niño siempre con la cabeza elevada.
4- No dar respiración boca a boca, ni golpes en la cara, tampoco llamar.
5- Una crisis que pase de cinco minutos es una alerta para sacar al niño a emergencia.
6- Si son de segundos, pueden registrarse hasta doce crisis diarias.

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