Crónica de otra muerte materna

Crónica de otra muerte materna

Los cadáveres no mienten puesto que carecen de motivaciones para hacerlo; hablan y lo hacen con apego irrestricto a hechos demostrables mediante las evidencias presentes en sus componentes corporales. Con demasiada frecuencia escuchamos los relatos interesados de vivos, quienes narran con vehemencia, la forma en que equis persona falleció, siempre acorde a las percepciones e intereses del informante. De ahí lo sabio de nuestra máxima forense de que: “el perito lo oye todo, sin creer en nada, hasta verificar cada detalle, a través de lo que nos muestra el fallecido”.

Esta breve introducción me sirve de pie de amigo para iniciar el relato de una historia real que no procede de un lejano centro de salud fronterizo, ni de Cabo Engaño, sino que viene de una legendaria institución formadora de especialistas en obstetricia y ginecología. El caso se trata de una madre de 32 años con un embarazo a término, quien el día 29 de agosto de 2015 a las dos y cuarenta y cinco minutos de la madrugada fue conducida en labor de parto a la emergencia. Allí detectaron la ausencia de latidos fetales, así como rotura de la bolsa de las aguas. Los signos vitales de la embarazada estaban dentro de un rango normal. Quince minutos después fue ingresada a la sala de Pre-Parto. Siendo las seis y treinta de la mañana, entiéndase cercano a las cuatro horas de haber llegado al hospital, es cuando notan un sangrado abundante a través del canal del parto, por lo que trasladan a la paciente a cirugía con el presunto diagnóstico de una inminente rotura uterina. El equipo de turno abre el abdomen de la gestante visualizando un estimado de 600 cc de sangre libre en la cavidad peritoneal. Descubren la cabeza del óbito fetal saliendo del lado izquierdo de la matriz; sorprendidos mandan a llamar al especialista de servicio. El facultativo ordena que se remueva por completo el útero grávido. La mujer ha perdido dos litros y medio de sangre, lográndose reponer solamente el equivalente a un litro. La moribunda es sacada del quirófano en estado de Shock hemorrágico. Siendo las ocho y treinta cinco de la mañana, la infortunada entra en un estado comatoso profundo, convulsiones y shock irreversible. Fue declarada fallecida a las dos y cuarenta y cinco de la tarde del mismo día.

El procedimiento de autopsia se convirtió en una verdadera odisea. El protocolo en estos casos exige que se examinen en conjunto la madre, el feto y la placenta. Hubo que salir a buscar el útero; la placenta la habían triturado y descartado, mientras que resultó infructuoso el rescate del feto. Lo lamentable y doloroso es que, a pesar de la histerectomía de emergencia realizada, la paciente siguió sangrando internamente, pudiendo recolectarse otro litro de sangre del interior de la pelvis. Tendríamos mucha tela de donde cortar; mientras tanto, hay dos vidas que no podrán rehacerse. Es tiempo de que hagamos un inventario de nuestro tradicional modelo asistencial. Albert Einstein nos razonaría diciendo que, si aplicamos la misma fórmula con iguales números, obtendríamos resultados similares In saecula saeculorum.

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