César de Windt Lavandier

<p>César de Windt Lavandier</p>

FEDERICO JOVINE BERMÚDEZ
Realmente no nació en Macorís, pero ¡ay de aquel que no diga que desde su imagen de viejo lobo de mar, Chiquitín de Windt vela eternamente por la serena paz de los alcores macorisanos! controlando el curso de todas las mareas frente al amplio estuario del Higuamo.

Nacido en Samaná a principios del siglo pasado, César de Windt Lavandier pertenece a una familia que honra y da prestigio a nuestra nación. Junto a sus hermanos doctor Julio -Dundún- eminente médico y poeta, conocido además de por su sabiduría, por su vida dedicada a salvar vidas, a la docencia, y a la literatura, que es otra forma de rescatar vidas; y por el doctor Ramón de Windt Lavandier, jurisconsulto, cuya entereza y valor demostrados al argumentar la defensa de su hermano César, durante la Era de Trujillo, lo hizo rayar en la insensatez. Hombre de una preclara inteligencia César De Windt Lavandier se hizo marinero, de la misma manera como los antiguos se hicieron navegantes, gracias al conocimiento intuitivo de los cielos, del mar y de sus tripulaciones; profundizando dichos conocimientos con estudios que le permitieron apuntalar la vocación con el sentido del deber, hasta llegar al más alto nivel del mando naval, bajo el régimen de Rafael Leonidas Trujillo. Se le reputa como el reorganizador de la Marina de Guerra, y como responsable del diseño, junto a otros importantes marinos de la época, del tinglado naval que el tirano exigía para tener como el frersito Heureaux una forma rápida y certera de llevar sus tropas a zonas militares que en el futuro así lo necesitaren; su bonhomía se hizo tradicional y ya contralmirante, se le veía desplazar hasta el cuartel llamando a los reclutas con su boca de máuser, para hacerlos salir a correr por toda la base, con él a la cabeza. Igualmente se arrojaba en la inmensa piscina a nadar con la tropa, como una forma de predicar con el ejemplo; estas acciones, que debieron de haber levantado resquemor entre la acartonada oficialidad trujillista, hicieron que a Chiquitín le pusieran un gancho a su regreso desde Londres, adonde fue designado junto a Ramfis Trujillo para la compra de los navíos y equipos con los que quedó robustecida nuestra flota de guerra. Acusado de haber aceptado una comisión por dicha compra fue dado de baja y sometido a la justicia aparatosamente; acusado de ladrón, su hermano Ramón en una elocuente y viril defensa dijo que “la familia De Windt Lavandier era una familia honorable desde antes de producirse su llegada a Santo Domingo desde el continente europeo y que, en cambio ese testimonio no podrían darlo otras familias dominicanas, algunas de las cuales han llegado a detentar el poder” No bien había terminado de decirlo cuando ambos fueron conducidos al penal de La Victoria, donde Ramón pudo capear el temporal y Chiquitín prepararse para la vida civil haciéndose licenciado en Filosofía y Letras. Nunca perdió su maravilloso espíritu ni hubo amigo o relacionado que a pesar de su muerte política le negara el saludo; a la muerte del déspota el Contralmirante fue reincorporado con honores a su vieja institución donde aún hoy, casi cercano al centenar de años continúa junto a su amada esposa Ana Mercedes, deleitando a todos sus amigos con la sapiencia de su cerebro y la bondad de su corazón. ¡Vice-Almirante, ordene y mande!

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