Cuando la justicia significa dar a los tiranos un foro

Cuando la justicia significa dar a los tiranos un foro

El juicio de Saddam Hussein promete ser uno de los procesamientos por crímenes de guerra más dramáticos en la historia. Estados Unidos había hecho planes para enjuiciar a Hitler en Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial, pero a diferencia de Saddam, él eligió el suicidio. Pero si el drama inherente del juicio promete grandes audiencias internacionales y otros beneficios más tangibles incluida una sensación de justicia para las víctimas de Saddam también representa peligros correspondientemente grandes.

Otros tribunales de crímenes de guerra han descarrilado cuando un acusado carismático toma el control de los procedimientos a través de una actuación política para impresionar al público. Dada la situación inflamable en Irak, ¿cómo pueden ser maximizados los beneficios potenciales del juicio de Saddam y minimizados los peligros?

Al optar por un tribunal interno, los iraquíes esperan enfocarse en procesar los crímenes pasados de Saddam en vez de imponer el régimen del derecho internacional en general. Otros tribunales de crímenes de guerra como los de Nuremberg y Tokio después de la Segunda Guerra Mundial adoptaron una perspectiva más internacionalista, tratando de disuadir futuros crímenes contra la humanidad. Pero el gobierno de George W. Bush ha puesto en claro su impaciencia con el derecho internacional al rechazar la participación estadounidense en el Tribunal Criminal Internacional.

«El juicio de Hussein será un caso de prueba en favor del argumento de que los sistemas locales pueden manejar los crímenes de guerra tan efectivamente como los tribunales internacionales», dijo John Yoo, profesor de derecho de la Universidad de California en Berkeley quien fue funcionario del Departamento de Justicia de Bush.

Como modelo para el juicio iraquí, simpatizantes del gobierno comparan los controversiales tribunales internacionales establecidos para procesar los crímenes de guerra en Yugoslavia y Ruanda con el tribunal local establecido para procesar los crímenes de guerra en Sierra Leona. El Consejo de Gobierno Iraquí siguió el ejemplo de Sierra Leona cuando decidió permitir que jueces iraquíes apliquen el derecho local e internacional. Al alentar el esfuerzo iraquí para crear un tribunal local, el gobierno de Bush espera evitar los peligros latentes de los tribunales de la ONU, que a menudo pueden alienar a las víctimas y ciudadanos locales. Funcionarios del gobierno estadounidense esperan que, además de ser visto como legítimo por los iraquíes, el juicio incremente la legitimidad del gobierno de transición.

Ruth Wedgwood, quien enseña derecho internacional en la Universidad de Johns Hopkins, dijo que el modelo de Sierra Leona ha resultado efectivo en buscar experiencia ténica en el extranjero mientras mantiene la credibilidad local. «Tener un rostro iraquí es muy importante, y la condena de Saddam tiene que provenir de bocas iraquíes», dijo. En contraste, sugirió Wedgwood, los tribunales ad hoc para la ex Yugoslavia y Ruanda, establecidos por Naciones Unidas en 1993 y 1994, han tenido problemas en establecer la legitimidad local porque los juicios son en un tribunal internacional.

¿Qué es lo que el gobierno estadounidense más teme de un juicio a Saddam? Ciertamente existe el riesgo de pasar vergüenzas cuando sea ventile el grado del apoyo estadounidense a Irak en su guerra con Irán en los años 80. Los detalles revelados pudieran incluso socavar la credibilidad de Washington.

Estados Unidos eliminó las sanciones a Irak en 1982 y compartió la información de espionaje iraní con los iraquíes. Además, como informó recientemente The Washington Post, Donald H. Rumsfeld visitó Irak en 1984, como enviado especial a Oriente Medio, para poner en claro el deseo del gobierno de Ronald Reagan de mejorar las relaciones al mismo tiempo que criticaba públicamente a Irak por usar armas químicas. «El mayor riesgo para Estados Unidos es que Saddam diga: ‘Yo no lancé gas contra los curdos lo hizo Irán y Estados Unidos difícilmente habría seguido dándome asistencia militar si yo hubiera sido culpable de estos terribles crímenes», dijo Noah Feldman, profesor de derecho de la Universidad de Nueva York quien fue asesor constitucional del gobierno de transición iraquí.

Desde la perspectiva estadounidense, también está el amonestador relato de la actuación de Slobodan Milosevic en el tribunal yugoslavo en La Haya. Autorizado a representarse a sí mismo, Milosevic ha usado su juicio para arengar a sus captores y alentar a sus simpatizantes.

«El mayor y más inquietante peligro latente es que ahora le demos a este tipo un micrófono para hablar no sólo a Irak sino a todo el mundo musulmán», dijo Gary J. Bass, profesor asistente de política en Princeton. «Presumiblemente, como Milosevic en La Haya, criticará el imperialismo estadounidense y dirá que él era la última línea de defensa contra él».

En La Haya, los fiscales se quejan de que el juicio es filtrado a Serbia a través de medios que simpatizan con Milosevic. En el juicio iraquí, los temores son aún mayores de que una actuación de Saddam, transmitida por Al Jazeera, pudiera alentar a la resistencia Baathista e inflamar el antiamericanismo en la región.

«Estoy seguro de que el gobierno estadounidense querría evitar que hable Saddam, porque probablemente haría lo que ha hecho Milosevic, que es defenderse a sí mismo y apelar a las fallas de Estados Unidos», dijo Herman Schwartz, profesor de derecho constitucional de la Universidad Americana. Como Milosevic, Saddam también podría tratar de usar el juicio para atacar la legitimidad de la invasión estadounidense bajo el derecho internacional.

El problema de Milosevic no es nuevo en los juicios de crímenes de guerra: podría ser mejor llamado el problema Goering, después de un momento famoso en los juicios de Nuremberg en que Hermann Goering perturbó al fiscal estadounidense, el juez de la Suprema Corte de Justicia Robert H. Jackson, anotándose puntos a sus expensas.

«El examen de Jackson no fue muy estricto, francamente, porque estaba oxidado como abogado litigante», dijo John Q. Barrett, experto en Jackson. «Hizo preguntas abiertas, y el tribunal permitió que Goering continuara explicándose. No es una mala suposición de lo que podría suceder con Hussein en el estrado».

¿Cómo puede el tribunal iraquí evitar el problema Goering? Una forma es designar a jueces experimentados que garantices que el tribunal sea usado para el disciplinado asentamiento de hechos en vez de para discursos políticos. Esto pudiera lograrse imponiendo reglas estrictas sobre qué evidencia es relevante y resistiendo los intendos de Saddam de refrenar los procedimientos con arengas. Si él argumentara que la invasión estadounidense fue ilegal, por ejemplo, el juez podría responder que el argumento está fuera de orden, forzándolo a responder a los cargos en su contra.

«El tribunal tiene que estar firmemente en control de la sala y tiene que estar preparado para excluir líneas irrelevantes en el interrogatorio», dijo Diane F. Orentlicher, profesora de derecho India de la Universidad Americana. Pero además de reglas estrictas sobre la evidencia, la decisión más importante en el juicio podría ser prohibir a Saddam seguir el ejemplo de Milosevic y representarse. «No sospecho que a Saddam se le permita defenderse a sí mismo, examinando y enfrentando personalmente a los testigos», dijo Feldman. «Se pudiera encontrar el mejor abogado defensor en Irak, y Saddam pudiera asumir la postura si quiere. Pero no puede usar el juicio para hacer pasar a su país otra odisea».

Otras decisiones importantes se enfocarán en el grado del involucramiento internacional. El tribunal iraquí tiene la opción de designar jueces no iraquíes, y los cálculos políticos sobre a quién designar son complicados por la dramática división entre las actitudes europeas y estadounidenses sobre la pena capital.

«Lo que sería desalentador», dijo Wedgwood, «es que los europeos decidan que como puede infligirse la pena de muerte, no ofrezcan asistencia».

En realidad, el intento de los observadores europeos de desalentar la pena de muerte reduciría la legitimidad del juicio para el pueblo iraquí. De manera que si el tribunal recurre a jueces externos, podría preferir a los del mundo musulmán.

La mejor defensa contra un circo de medios podría ser el tecnicismo inherente de la mayoría de los juicios por crímenes de guerra. En Nuremberg, Jackson decidió basar su caso en documentos capturados: esto estableció un récord histórico irrefutable, pero dio pie a testimonios bastante aburridos. De manera similar, los reporteros que cubrieron el juicio de casi siete meses de Manuel Noriega, el depuesto líder panameño, objetaron que sus cadenas y periódicos rápidamente perdieran interés a la luz de la incomprensibilidad de los alegatos legales. Quizá la mayor prueba del éxito del juicio de Saddam será la capacidad de los jueces de resistir el inherente drama de las acusaciones y enfocarse en documentarlos lo más desapasionadamente posible.

«En Nuremberg, la fuerte personalidad de Goering confundió a los fiscales», dijo el historiador William Shawcross. «Pero al final, el resultado fue el correcto. El juicio de Saddam será otra oportunidad similar de demostrar que las prescripciones de Nuremberg pudieron ser cruelmente ignoradas como en Irak pero no han sido olvidadas».

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