“Cuando llegué al mundo, no sabía que era para esto”

“Cuando llegué al mundo, no sabía que era para esto”

Ver morir a personas cercanas suyas por falta de atención médica y por no contar con el dinero para llevar sus tratamientos, fue la razón que llevó a Silverio López a querer ser doctor. Y aunque este deseo surgió cuando apenas era un niño, nunca olvidó ese anhelo, que mantuvo en su corazón como uno de sus más grandes sueños.
Esa vocación de servicio hizo que muchas personas de su pueblo le ayudaran a viajar a la capital para que se inscribiera en la universidad a estudiar Medicina, en lo que supuso el inicio de un emocionante viaje por el mundo de la filantropía.
Al pasar de los años, y a pesar de las precariedades que pasó por ser parte de una familia con muy escasos recursos económicos, este noble hombre que es hoy el doctor López, ve realizado no solo el sueño de ayudar a quienes no tienen la posibilidad de costearse sus propios tratamientos médicos, sino también la oportunidad de desarrollar otros proyectos en pro del desarrollo de su natal Moca.
Como anécdota -y a modo de chiste-, cuenta que, literalmente se olvidó de que la gente trabajaba por dinero, pues se dedicó a ayudar a quienes lo necesitaban sin pedir nada a cambio. “Suerte que Albertina (su esposa, también médico) trabajaba, porque si no, nos hubiéramos muerto de hambre”, dijo, soltando carcajadas.
Hoy son muchas las personas, en Moca y sus alrededores, quienes ven en este médico el ángel que Dios les envió para salvarles la vida.
Pasearnos por el pueblo junto a Silverio nos permitió darnos cuenta del gran ser humano que es y del agradecimiento que sienten las personas de allí hacia este hombre que se olvidó de su propia vida para servir a los demás.
Pero Silverio no descansa; todavía trabaja en su consultorio, manteniendo su filosofía: ayudar sin esperar remuneraciones.
“Algunas personas me llevan gallinas y huevos”, dice, como una forma de pagarle por sus servicios. Y es que le gusta trabajar para los que menos tienen.
Proyectos. Al recibirnos con mucho entusiasmo en su casa, donde vive junto a su esposa, nos contó, con modestia, algunos de los logros que ha podido alcanzar.
“Yo no pensé en algo tan grande. Cuando llegué al mundo no sabía que era para esto que me mandaban. Le doy gracias a Dios por eso”, dice Silverio, al ver todo lo que ha podido lograr gracias a la ayuda de muchas personas de su pueblo.
Citar todos los proyectos en los cuales se ha involucrado a lo largo de su vida obligaría a llenar varias páginas de un periódico o escribir un libro, pero podríamos mencionar algunos de los más relevantes.
Es miembro fundador del Albergue Educativo Infantil para niños huérfanos de Moca; miembro fundador del Patronato Cibaeño Contra el Cáncer; miembro fundador del Patronato de la Lucha contra el Cáncer de la provincia Espaillat; organizó el Club de Niños Limpiabotas, Canillitas y Vendedores, para estimularlos al estudio; fundador de la Cruz Roja Juvenil de Moca y miembro de la Asociación para el Desarrollo de la provincia Espaillat.
Adicional a esto, ha fundado una serie de clubes destinados a la recreación, pero también a beneficiar a los más necesitados de su provincia.
Su más grande sueño. A pesar de que ya no está al frente de todas las instituciones y grupos sociales que ha ayudado a crear, continúa pendiente de las necesidades que tiene su gente.
Justo ahora está en la fase final la construcción del local donde funcionará el hospital oncológico de Moca, que constituye uno de sus más grandes anhelos.
Su familia. Su esposa Albertina ha sido un gran soporte para él. “Yo soy muy soñador, ella es más realista”, dice.
Con su compañera de vida procreó tres hijos (Iván, Kelvin y Shirley) quienes les han regalado ocho hermosos nietos.

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