Cuando nuestra soberanía se viste de harapos

Cuando nuestra soberanía se viste de harapos

Las últimas jornadas han sido intensas. La República Dominicana parece resquebrajarse, a golpe de un nacionalismo barato, mientras que la soberanía llora sentada en una esquina: todo el mundo apela a ella, para justificar el imposible, y va rasgando sus vestiduras al calor de cada discusión.

Sabíamos que el Tribunal Constitucional (TC) daría mucho sí. Su sentencia condena a miles al ostracismo y algunos, en nombre de la patria, la defienden a raja tabla. Pero, ¿y dónde quedan las leyes, los derechos humanos y esa Constitución que enarbolamos como bandera sólo cuando nos conviene?

Tan hartas de todo ello, un grupo de mujeres decidió quejarse el martes pasado. Y fue así que, ante el máximo representante de un Estado que no le da la gana de escucharnos, protestaron al son de “todas somos Haití”. El escenario, impropio para muchos, permitió que el reclamo se escuchara en todas partes.

Aunque le tocó pagar a Danilo Medina, quien ha sido de los pocos que ha mostrado respeto y una profunda empatía hacia quienes les han negado el nombre y la nacionalidad, las voces lograron evitar lo que algunos buscan: que se haga silencio en torno al tema.

Hoy, a pesar de que aquí todas somos República Dominicana y no Haití, es más que válido que se haya protestado.

El uso de la frase, me parece, no fue más que una provocación: no creo, como se ha querido decir, que detrás de eso se geste ese macabro plan de fusionar la isla. Aquí no se trata de conspiraciones ridículas que están en la cabeza de los radicales. El punto es evitar que condenen a miles de personas a no ser nadie… nada.

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