Cuarenta años después

Cuarenta años después

Un viejo amigo de la juventud, con quien hablo por teléfono a menudo, me recomienda leer a San Agustín. Ese amigo, militante de izquierdas, profesor universitario en retiro, insiste en que debo estudiar “La ciudad de Dios”. Un libro acerca del cual he leído y escuchado comentarios, pero que nunca he tenido en mis manos. Recuerdo con gratitud las clases que Juan Francisco Sánchez ofrecía -para mí y otros amigos- en la casa del licenciado Manuel Amiama. El profesor Tongo Sánchez conocía a plenitud los filósofos escolásticos; disfrutaba exponiendo los razonamientos de San Anselmo, de Santo Tomás y, por supuesto, de San Agustín.

Fui muy afortunado al poder disfrutar de estas conversaciones con Sánchez y Amiama, en las cuales hay que incluir las agudísimas “ocurrencias” de otro contertulio: el poeta Franklin Mieses Burgos. El amigo mencionado conserva un ejemplar de un libro de José Ferrater Mora que trata sobre la idea de la historia en San Agustín, Hegel y otros pensadores. Me ha informado que dicho libro fue de mi propiedad… hace unos cuarenta años. Él está en disposición de prestármelo para que retome “los estudios agustinianos”. Y efectivamente, he consultado el Diccionario filosófico de Ferrater Mora, en lo que atañe a este Padre de la Iglesia.

Mi viejo amigo afirma, con San Agustín, que la “Ciudad de Dios” es lo opuesto a la “ciudad terrena” en que han vivido los hombres de todos los tiempos. Los seres humanos son capaces de hacer el bien y el mal. El hombre puede llevar su amor a si mismo hasta el “olvido de Dios”. Y al revés, amar a Dios hasta el olvido de sí mismo, que es el caso de algunos santos y anacoretas.

Pregunté a otros dos amigos por “La ciudad de Dios”. Uno de ellos, catedrático y antiguo seminarista, me dijo que San Agustín no estaba en su biblioteca porque los maestros de su juventud apreciaban más a Santo Tomás, por ser aristotélico. San Agustín, platónico o neoplatónico, quien abandonó la herejía maniqueísta, no figuraba en el catálogo de estudios de mayor exigencia académica. Sin embargo, San Agustín aspiraba a la comprensión del mal en la tierra; y ponía la misericordia sobre la justicia.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas