Cuidado especial con las redes sociales

Cuidado especial con las redes sociales

La proliferación de las comunicaciones por la vía de las redes sociales se han convertido en un arma de doble filo; por un lado el usuario se entera de interioridades que no se publican en los diarios o en noticieros de televisión y por el otro, existe la peligrosidad de la difusión de acciones y hechos, los cuales se propagan para perjudicar a determinada persona, sin que el que reciba el mensaje sepa a ciencia cierta de su veracidad, corriéndose el riesgo de que al ser reenviado, se cometa, no solo una difamación, sino una violación a las leyes sobre la materia.
Últimamente se ha hecho público en el sistema informal, la noticias de las innumerables botellas, botellines y botellones –en su gran mayoría del sexo femenino— que “laboran” en el Ministerio de Relaciones Exteriores, con sueldos desmesurados, que no pueden justificar, ya que en la mayoría de los casos, están nombradas en embajadas, consulados o legaciones en ciudades en las cuales no residen, puesto que gran parte de ellas, ni siquiera han salido del país y en el caso de vivir en el extranjero, tampoco moran en la ciudad donde está la sede de la entidad donde deben prestar sus servicios.
Los ciudadanos dominicanos, especialmente aquellos con implicaciones que involucran a poderosos políticos, han perdido el honor y la seriedad que los caracterizaban, cuando con un pelo del bigote, se sellaba un compromiso sin necesidad de que fuese notarial. En varios casos de estos nombramientos fantasmas, aparecen hijos y familiares de personas que creíamos honorables; mas, al permitir que un vástago o familiar reciba una canonjía sin que la retribuya con trabajo productivo, la coima recibida cae dentro de la categoría de “redoma”, práctica deleznable, que al ser de público conocimiento debería ser redimida. Mas no, con la mayor desvergüenza, siguen recibiendo el maná, que no es caído del cielo como está consignado en la Biblia, sino que es el fruto de los impuestos que pagan los contribuyentes al erario.
Es de conocimiento público, de que entre los consulados dominicanos radicados en las ciudades de New York y Miami, hay más de cuarenta vicecónsules acreditados en los mismos, que por supuesto, el noventa y cinco por ciento de los mismos, no desempeñan labor alguna. En ese sentido se afirma también, que la embajada de nuestro país en la Naciones Unidas (ONU), es más numerosa que la de Rusia.
Todavía la gran mayoría de nuestros compatriotas no tienen el denuedo de pedirles a sus familiares que renuncien al cargo y al salario inmerecido que reciben. Es más, algunos alegan que ese nombramiento es en agradecimiento por haber ayudado a un prominente, pero corrupto político, en la consecución de una determinada causa.
No todos los “chats” son delaciones de inconductas o actos de corrupción como los detallados anteriormente, ya que circulan muchas denuncias que son mentiras falaces. El problema con este tipo de delación es que resulta muy difícil restituirle la reputación envilecida, ya que la misma es muy similar, que cuando se derrama un vaso de agua y se pretenda recoger la misma esparcida por el suelo.
De igual modo, resulta una imputación dolosa cuando se atenta contra el comportamiento social de una determinada persona a la cual se le endilga, que ha cometido un acoso sexual para chantajearlo y pretender cobrar por el silencio del hecho. Sin embargo, se ha podido comprobar que varias de las féminas, consideradas por el vulgo como megadivas o chapeadoras, son damas de alcoba de influyentes personajes del tren gubernamental, constituyéndose las mismas como “segunda base”, tal como las calificara un pintoresco político puertoplateño.
Es necesario que nuestros legisladores aboguen por la creación de una unidad estatal, que regule y compruebe la veracidad y la necesidad de los nombramientos que designa el Estado dominicano; ya que, el mismo se estaría ahorrando millones de pesos que son dilapidados y que bien podrían ser invertidos en el desarrollo de las provincias del país las menos favorecidas, que adolecen de las necesidades más perentorias.
Debemos ponerle un alto a la sentencia: “difama que algo queda”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas