Cuidar recursos y forma de gastar

Cuidar recursos y forma de gastar

Se justifica, siempre que se haga con prudencia, que el país recurra al endeudamiento externo e interno. Es lo normal en todo el mundo. Pero da la impresión de que el Estado no recurre al crédito para reforzar sus ingresos normales y cumplir metas esenciales, sino para proyectar una imagen de suficiencia y dinamismo realizador que crea muchos empleos, lo que electoralmente da frutos y que desde hace un tiempo lleva a bordear el abismo de la incapacidad de pago. Se toma prestado con una persistencia que da miedo por la forma en que el país se compromete financieramente a tasas altas, en capítulos de sus responsabilidades para los que normalmente deberían bastar las recaudaciones. Y todavía más: el país se endeuda para pagar las deudas que ha dejado añejar.
Se podría hablar de un impresionante proceso contrario al ahorro, el que debería ser la principal columna para el desarrollo y multiplicación de bienes para cuando llegue ese futuro en el que habrá que pagar lo que se debe. Se incurre, por lo visto, en lo que en sentido general dan a entender con preocupación organismos internacionales: que países como este experimentan un crecimiento sustentado en pies de barro, pues no se conjuran el dispendio ni la irracionalidad del gasto. Eso se llama endeudarse sin procurar la forma más eficiente de administrar los recursos provenientes de instrumentos financieros y de gravar a los medios de producción y comercio.

La fragilidad de los avances

El índice de superación de la pobreza, que levemente benefició a un sector de la nación, estaría corriendo peligro. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, teme un retroceso para varios países de la región. El último informe cita, entre otros riesgos, la precariedad de los empleos de muchos pobres del continente, incluyendo a los dominicanos. La debilidad de nuestro “progreso” está a la vista:

Más de la mitad de la gente que trabaja vive en la informalidad con ingresos insuficientes o estancados y sin acceso a la protección social. El enorme sector juvenil que ni estudia ni trabaja está ahí, irreductible. El declive de la actividad industrial y las exportaciones (fuera de la minería y zonas francas) genera un déficit de las actividades más vinculadas al desarrollo verdadero y de mayor permanencia.

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