De compras y proveedores está lleno el infierno

De compras y proveedores está lleno el infierno

MARIEN ARISTY CAPITÁN

Gota a gota, la sangre cae sobre la arena. Al principio es casi imperceptible. Después va rodando por el lomo del animal que, bravío, intenta defenderse de cada estocada. Las banderillas, sin embargo, no perdonan: cada herida cuenta y, al final, será letal. La suerte está echada mucho antes de comenzar.
Así, como los toros bravos que mueren en cada corrida, son las arcas del Estado: golpeadas por los funcionarios, que le clavan sus ponzoñas hasta hacerlas sangrar, terminan destrozadas cada año y, por ello, arrastramos deudas y un déficit que en algún momento ya no podremos pagar. Ese día… nuestro toro morirá.
Mientras eso sucede, tenemos una Ley de Compras que funciona como un perfecto burladero: es ideal, tal como sucede con el torero y su cuadrilla, para resguardarse de cualquier cornada. ¡Qué pocas veces vence el toro y cuántas gana el torero!
Con un sistema de compras que solo funciona en algunas licitaciones, la Ley de Compras parece haber sido diseñada por el mismísimo Diablo: las trampas están tan bien diseñadas que es fácil favorecer a ciertos proveedores con altos montos sin que nadie se percate de ello. El caso de la OMSA bien lo demuestra: tenía 73 proveedores y con todos se había cometido alguna irregularidad.
Pero lo peor no es eso: la mayoría de esos proveedores, 47 de 73, también son proveedores de otras instituciones del Estado, lo que significaría que en muchas se podrían estar cometiendo las mismas irregularidades que en la OMSA. ¿Alguien lo va a investigar? Es evidente que es necesario: las compras y los proveedores parecen morar el infierno.

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