¿De cuál paz nos hablan?

¿De cuál paz nos hablan?

Millizen Uribe

Horror y consternación son solo dos de los sentimientos que genera la noticia de la existencia de una red de matadores que habría asesinado al menos cuatro choferes de autobuses y despojado a unos 15 de sus vehículos para luego vender las piezas en Haití.
Los atacantes golpearon, torturaron, les pusieron una funda plástica en la cabeza y después lanzaron vivas en una fosa a sus víctimas, lo que revela que actuaron con saña y violencia brutal.
De ser cierta la versión de las autoridades policiales, estaríamos ante unos asesinos en serie y ante otra evolución más del perfil criminal que impera en la sociedad dominicana.
Es en el marco de hechos como ese que resultan cuestionables los llamados que han hecho algunas cúpulas religiosas y empresariales a que la sociedad dominicana preserve la paz, ante los cuestionamientos de sectores de oposición a irregularidades importantes detectadas en el proceso electoral y sus resultados.
¿Cómo se puede preservar una paz que no existe y por qué la sorpresa ante una violencia que es sistémica y constante?
En sus investigaciones sobre la paz y la violencia, el sociólogo noruego Johan Galtung establece que la ausencia de un conflicto bélico armado no significa que una sociedad esté en paz.
En relación a la violencia, determinó que además de la directa, dada por la agresión física o psicológica, existen la estructural, que forma parte de la estructura social e impide cubrir las necesidades básicas de las personas (alimentación, salud, educación, vivienda, trabajo, etc.) y la cultural (represión, explotación, marginación, racismo, machismo, etc.) basada en valores imperantes y que se utilizan para justificar y legitimar la violencia estructural y la directa y son raíces de esta última.
Partiendo de esta concepción no podemos afirmar que República Dominicana sea una sociedad en paz, ni que esa supuesta paz se vea afectada por protestas y movilizaciones ante la inconformidad con la detección de compra de votos, propaganda en los recintos electorales el día de las elecciones, actas que reflejan mayor cantidad de votos que votantes, diferencias importantes en las cantidades de votantes en los niveles presidencial, municipal y congresual, trasiego de votos, árbitros electorales parcializados, entre otros.
Los poderosos sectores empresariales y religiosos temen a cuestionamientos de un orden, de un sistema, que privilegia su estatus. Pero la injusticia social, política, económica y cultural es la raíz de la violencia, no el ejercicio legítimo del reclamo de derechos y de cumplimiento de las leyes, en este caso, electorales.

Que recuerden los confesos amantes de la paz que no puede haber paz, sin justicia.

Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital

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