De globalización, males y gobernabilidad 

De globalización, males y gobernabilidad 

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
El mundo se encoje, se arruga como una naranja olvidada. No hay vuelta atrás posible. La electrónica, con vertiginosos adelantos en su eficiencia, mantiene a la humanidad interconectada. De repente, al despertar por la mañana, nos atiza la preocupación por la suerte de los mineros mejicanos que quedaron atrapados por una explosión en un túnel a un kilómetro de profundidad, y eso es bueno, es solidaridad humana, como lo es el pesar por lo que sucede en el Cercano Oriente, en Africa o el alivio de saber que la India está en camino de llegar a ser una superpontencia como habrá de serlo China y, por tanto, piensa uno que la terrible miseria que aplasta a millones de seres humanos en esos inmensos territorios podría ser prácticamente erradicada. Aunque en las orejas le zumben a uno las dudas de que la distribución de la riquezas pueda ser aceptablemente justa.

Mirando un reportaje de CNN sobre Centroamérica, ante el panorama de carencias, de viviendas destartaladas, hambre y falta de atención médica, le digo a mi esposa: ¡Qué barbaridad, qué injusticia!. Y ella me comenta: ¡Igual que aquí!

He estado pensando que si desplegamos nuestras preocupaciones e intereses por todo el mundo, no lograremos ser útiles a nadie. Lo que procede es ocuparse cada cual de lo que le corresponde, realizar el bien que puede en su entorno.

Bien está que nos duela el drama ajeno, tocante a pueblos lejanos o cercanos. Bien que nos duela Haití, por ejemplo, pero lo que sirve, lo que es efectivo y decisivamente bueno, es contribuir de la mejor manera posible al desarrollo de nuestro país.

Parece estar de moda el uso de comparaciones internacionales que, además de ser manejadas astutamente y con trampas, no sirven de nada, porque no remedian nada.

Nos dicen que la delincuencia, los índices de criminalidad de nuestro país son inferiores a los del resto de Latinoamérica, que el kilovatio hora de electricidad es vendido al mismo precio que en Puerto Rico… así otras comparaciones. Pero resulta que los asaltos proliferan aquí, cada vez con más sofisticación, que recientemente se ha desatado una ola de secuestros, de crímenes nunca perpetrados aquí, que la población tiene crecientes temores a salir de su vivienda, que es cada vez mayor el número de personas que se abstiene de salir de noche, porque los apagones facilitan aún más la acción de los delincuentes (aunque ellos se desenvuelven estupendamente a pleno sol), que ya no se sabe cuantas rejas poner o cuantos sistemas de seguridad… y hay barrios, en plena capital, en los cuales las familias alternan entre ellos la vigilancia nocturna, manteniendo a alguien en vela todo el tiempo.

¿Qué es menos la delincuencia nacional a la de otros países de la zona? Tal vez. Pero no hacemos nada con eso. “Mal de muchos es consuelo de tontos”, y no queremos ser tontos así, a la intemperie, “all’aperto”, como dicen los italianos. Que el kilovatio hora es vendido aquí al mismo precio que en Puerto Rico es otra comparación amañada. Los salarios nacionales no se comparan con los de Puerto Rico. Y el dólar no es el peso semidesmayado que tenemos, aunque parece irse recuperando un poco de su estado de gravedad dentro de la debilidad que traía, debido a las locuras del pasado gobierno y cierta conducta malamente justificable con el asunto de la “gobernabilidad”.

No debemos (me gustaría poder decir: no podemos) continuar pagando tan alto precio por la “gobernabilidad”, por la compra de voluntades desastrosas que no tienen otro interés que hacerse de millones y millones sin cuento.

Sí. El mundo se encoje. La globalización es una realidad, pero cada país tiene que resolver sus asuntos. Creo que el actual gobierno está haciendo cosas sensatas. Los contactos con India y China, son alentadores.

Pero es necesario arreglar nuestros asuntos nacionales aquí. Aplicar reglas claras y sanciones para todos.

Tales medidas tienen un apoyo mayoritario de la población.

De los gobernados.

No hay que temer.

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