De hombres y mujeres

De hombres y mujeres

La mujer y el hombre no pueden ser iguales porque son distintos. Los hombres y las mujeres no son entre sí ni mejores, ni peores; son diferentes, gracias a Dios, y esto no lo despinta nadie. Yo creo que el tema del feminismo ha sido planteado en términos absurdos e insolubles. Es apropiado, pues, que hombres y mujeres piensen en este tema aunque no celebremos el Año Internacional de la Mujer. Empecemos por decir que nos parece muy bien que la mujer reciba, o mejor dicho, que tenga la posibilidad de recibir, una educación igual a la del varón.

Lo mismo que nos parece justo que tenga acceso a todas las profesiones, trabajos, oficios; que disfrute de derechos políticos, sociales, económicos. En ese campo del derecho nada tenemos que oponer al desarrollo de la mujer. Tampoco tenemos ninguna objeción que hacer al deseo de algunas mujeres de participar en la vida pública y en actividades que tradicionalmente han sido realizadas por hombres. No; quede bien claro que no pretendemos hacer regresar a la mujer a las pretéritas edades del confinamiento o reclusión familiar, al gineceo, al claustro. Nos parece positivo, incluso, que la mujer rompa ciertos moldes de la tradición.

No compartimos la vieja idea de que la mujer es inferior al varón. Nunca he pensado que la mujer no tiene alma, como se decía en la antigüedad, y como sentimos la tentación de creer cada vez que nos desdeñan. En la confusión de estos hermosos tiempos “modernos” se expresan las más disparatadas tesis y la gente se las traga enteras, con anzuelo y champel. Cuando aparece alguien que no se deja engatusar por las opiniones reinantes, resulta que es un reaccionario, un alienado.

No deja de tener gracia eso de que se llame alienación a lo que es precisamente lo contrario. No dejarse ajenar el alma con substitutos viles de la teoría. La mujer ve un paisaje; el hombre otro; cada uno de ellos lo organiza según un patrón diferente, lo jerarquiza en forma incoincidente. El hombre y la mujer ven dos paisajes al mirar el mismo panorama. Se dice que el caballo percibe dos “enfoques” separados. Hombres y mujeres miran el mundo caballunamente.

 

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