DE LA PINTURA AL TEATRO Y LA VIDA

DE LA PINTURA AL TEATRO Y LA VIDA

Uno de los grandes temas culturales, que no se lleva suficientemente, entre nosotros, a la discusión abierta y a la reflexión pública es el arte contemporáneo. A menudo tan debatido como ambiguo, provoca hasta reacciones extremas e inesperadas, convirtiéndose aun en sinónimo de ultraje, provocación y adversidad.
El ensayista Yves Michaud, en un enfoque global y casi con odio, lo calificaba de “anti-arte” destructor, susceptible de afectar a la creación, toda… Él estimulaba así a los que sostienen –y los hay todavía– que el arte contemporáneo no sirve y es una superchería.
Este año es a la vez el de la celebración de la Bienal Nacional de Artes Visuales y del Concurso de Arte Eduardo León Jimenes. En ambos eventos van a seleccionar y premiar obras polémicas por naturaleza y necesidad: el tema de la contemporaneidad volverá a cobrar vigencia…
Ahora bien, por la feliz casualidad de la programación teatral y de una pieza en la sala Ravelo, obra excelente en su autoría, dirección, interpretación y escenografía, de título inconfundible –“Arte”–, nos encontramos inmersos en una interactuación escénica frente al arte contemporáneo y a sus consecuencias en las relaciones humanas.
Nuevamente lamentamos que en Santo Domingo sean tan efímeras las representaciones, ¡sobre todo cuando alcanzan cualidades totalizantes, si no excepcionales!
“Arte” y arte contemporáneo. La comedia dramática de Yasmina Reza descansa en una obra pictórica que llega a ser el cuarto protagonista, si no el “mayor”, visible y/o subyacente, de principio a fin. Aparece desde el primer monólogo y la primera escena dialogada, así mismo finaliza el epílogo, vuelto metamorfosis y apología poética.
Nuestro texto solo se enfocará en ese singular “objeto” que desata pasiones y disidencias, ¡que exorciza los demonios de los tres personajes, Sergio, Manuel e Iván! Es, en la pieza, una pintura acabada de comprar y que se adscribe a los lineamientos del arte contemporáneo… para iniciados.
Pero este cuadro “blanco sobre blanco”, radicalmente minimalista hasta unas pocas estrías que lo atraviesan, casi “reproduce” una composición del artista ruso Kasimir Malevich, pintada en 1918, llevando la abstracción hasta el color puro, buscando solo la emoción más allá del mundo material. Dentro del cuadrado se alojaba otro cuadrado, perceptible y descentrado, en otro tono de blanco…
Su forma y formato corresponden a la adaptación dominicana –igualmente excelente– de la obra teatral francesa (1991), en esta, una tela más grande y rectangular. Aquí, la referencia –implícita y nunca mencionada– al original ruso nos pareció hasta mejor, adecuada además para la escenografía. El “artefacto” se cuelga real-simbólicamente en el mismo centro, se descuelga, entra, sale a manos de su dueño, obsesión y más que pretexto a la intriga….
Ahora bien, el objeto de la discordia, comprado por Sergio y considerado como “une merde” (¡en francés… la palabra se usa mucho y no suena tan fuerte como en español!) por Manuel y también Iván, sigue siendo, si pensamos en su antecedente histórico… un símbolo del arte contemporáneo y de ruptura, sumamente audaz, ¡todavía ilegible para muchos! Encontramos, –aunque en otras composiciones, colores y pinceladas–, su inspiración en pintores muy posteriores, así Mondrian, Yves Klein, Soulages, y varios más…

Otras pinturas. Resulta impresionante que en esta pieza, las miradas, en cierto sentido, se vuelvan tan esenciales como las palabras. Podríamos afirmar que cada uno de los personajes equivale metafóricamente al cuadro que ellos poseen respectivamente y que se presentan… identificando los inteligentes cambios escenográficos y lugares de reunión.
Sergio (Richard Douglas) “es” su sempiterno cuadro blanco sobre blanco, que va haciéndose más accesible, aunque verdaderamente no ha cambiado… ¿Así serán las concesiones aparentes de artistas contemporáneos?
Manuel (Hensy Pichardo), el más fuerte, consistente y fiable con sus flaquezas, coincide con la pintura figurativa que tiene colgada. Tradicional y sólida, una vista y visión urbana llena el espacio, como su dueño, que a fin de cuentas domina… hasta las últimas palabras.
Iván (Francis Cruz) aparentemente es como su cuadro –que llaman en francés “une croute”–, corriente, mediocre, recuerdo de su padre, a imagen de los que la gente en mayoría tiene en sus casas… Sin embargo, este hombre infeliz, caricaturizado hasta en su ropa, es el más humano, y, en arte, él corresponde a la facultad de evolucionar, respetar y considerar expresiones diferentes.
Finalmente, no pensamos que “Arte” proponga una visión pesimista de la naturaleza humana, sino una esperanza en la amistad, en el común denominador de la difícil tolerancia, ¡que incluye al arte contemporáneo!
Más arte. La dirección de Elvira Taveras podría valorarse como “performance”, categoría artística contemporánea y etimológicamente realización al máximo nivel.
Su gran calidad suma palabras, gestos, ritmos, el difícil movimiento, casi estático a veces, que anima a los protagonistas e igualmente la perfecta transferencia escénica de monólogos y diálogos. Ella convierte la escritura dramática de Yasmina Reza en una escritura escénica, trazada aquí por cuerpos y voces.
Respecto a la escenografía de Miguel Ramírez, a su estética y eficiencia indiscutible, encontramos en la tridimensionalidad escenográfica, un espejo de su oficio y creatividad personal… hasta en el minimalismo.
Las luces de Bienvenido Miranda son, como en una exposición de arte, esenciales.
Queremos concluir citando el hermoso parlamento final, sorprendente lectura- homenaje al cuadro de la discordia: “Debajo de las nubes blancas, cae la nieve. No se ven ni las nubes blancas ni la nieve. Ni el frío ni el resplandor del sol. Un hombre solo, esquiando, se desliza. Cae la nieve, cae hasta que el hombre desaparezca y rencuentre su opacidad (…)
Es una tela de alrededor de un metro veinte por un metro veinte. Representa un hombre que atraviesa un espacio y desaparece.”

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