Aporte. De una brevísima historia: arroz y literatura

Aporte. De una brevísima historia: arroz y literatura

Es en la novela “La sangre”, de Tulio M. Cestero, publicada en 1914 y que configura acontecimientos de la tiranía de Lilís, donde encontramos por primera vez la denominación de ‘bandera nacional’ para el plato de arroz guarnecido con habichuelas y carne, que será el rey de la mesa pobre dominicana a partir del siglo XIX; al describir la dieta del estudiante colegial narra Cestero: “Luego otra hora de estudio, y a las doce el almuerzo: un plato de sopa, en el cual nadan fideos, y otro de plátanos salcochados, arroz y frijoles colorados, y entre días, carne guisada, completándose en estos el denominado bandera nacional, y como postres dos guineos, o mangos, o jobos, o caimitos, según la estación, cosechados en el propio colegio. (La sangre, 57). El arroz le quitará al plátano su presencia secular como sustento la primacía que se ganó cuando destronó a la yuca entrado ya el siglo XVII.
En la década de 1920, se da la primera controversia entre importador y productores de arroz. Mediante la orden no. 13 el Gobierno militar estadounidense prohíbe la importación de arroz a beneficio de los productores. Este acto de seguro mermó los negocios de los importadores que podían conseguir mayor ganancia con el arroz comprado en Nueva York. A esto riposta en la revista “Letras” el periodista José Ramón López que se oponen tenazmente a esta prohibición arguyendo que el pueblo compraba en arroz local más caro que el que podía importarse de Nueva York. El tono de las exposiciones del autor de “La alimentación y las razas” es fuerte y se nota el nivel que la censura tenía en las opiniones de la prensa. Pero muestra que el arroz extranjero podía competir mejor que el arroz producido en el país. Las razones de la prohibición de la Junta Militar no están claras porque ya comenzaba la influencia de los productores de arroz del sur de Estados Unidos en el comercio antillano.
Una defensa del arroz nuestro contra el importado la encontramos en el libro de memorias del Dr. Heriberto Pieter, quien era director del Laboratorio Nacional y fue conminado a dar una aprobación del arroz importado sobre el nacional a lo que, por razones personales, se negó; acción que provocó su cese en el cargo.
La producción de arroz y su consumo se afianza con la llegada de Rafael L. Trujillo al poder. No es raro que Trujillo aparezca en la historia contemporánea porque durante su mandato, el país cambió de manera sustancial de ubicación, más dominicanos dejaron el campo y las ciudades se hicieron más grandes, se aumentó el consumo local como una forma de sustituir importaciones, producto de las dos guerras mundiales y se concluyó con el proceso de comunicación vial que posibilita el flujo de artículos entre una región y otra. Además, se creó una sociedad de consumo a través de un conjunto de empleados públicos que eran forzados, algunos a seguir a Trujillo y recibían un salario mensual con una frecuencia que no se había dado en la administración pública en toda su historia. Es decir, la dictadura dio estabilidad a la pequeña clase consumidora y Trujillo personalmente participó como empresario y productor, en un principio, de leche.
Las zonas arroceras del país se encuentran en el valle de La Vega Real en el mismo espacio trazado por los españoles en siglo XIX, en las cercanías de Samaná. Es la provincia Valverde, donde se produjo la mayor cantidad de arroz, como atestigua Pedro San Miguel en “Los campesinos del Cibao” (1997). Dice el historiador: “El campesinado del Cibao ha estado muy ligado a los cultivos comerciales tradicionales, así como a la mayoría de los cultivos de subsistencia. Aun en el cultivo del arroz, que se dio principalmente en fincas grandes, el campesinado ha desempeñado un papel como productor directo. Por eso, aunque durante el siglo XX se establecieron varias plantaciones —por ejemplo, en la Línea y en La Vega, donde aumentó el cultivo del arroz a partir de la década de los treinta—, la característica preponderante de la región continuó siendo su economía campesina: (San Miguel, “Los campesinos”, 114).
Al historiar la siembra del arroz dice: “La Línea era la escasez de agua. Por eso, la irrigación contribuyó a sus transformaciones económicas y sociales, sobre todo en el municipio de Mao. A comienzos del pasado siglo, Mao era una pequeña comunidad de criadores de ganado y de agricultores de subsistencia. Con la llegada de Luis Bogaert, un ingeniero belga, se iniciaron importantes cambios en la vida social y económica de la común. Bogaert empezó a comprar tierra barata con la idea de cultivar arroz; con el tiempo, abrió varios canales de riego.” (Ibid.,95).
Sobre la zona del Valle de San Juan dice Víctor Garrido Puello: “en algunas [secciones] de gran desarrollo agrícola, [se ubican] los mejores potreros y arrozales que han hecho de San Juan una de las zonas productoras más ricas de nuestro país” (Perlas, 273).

El progreso del cereal en la producción agrícola y el aumento de tierras para su cultivo están excelentemente trabajados por el historiador domínico-boricua. Otra historia que nos permite ver la relación de poder frente a esta producción específica es el libro “Estado y campesinos” (1994) del distinguido historiador Orlando Inoa.

El arroz se cultiva también en el valle de San Juan de la Maguana, como atestiguan los Garrido: “San Juan fue el cuerno de la abundancia. Surtía de ganado, especialmente, a la República de Haití. Sus caballos fueron tan famosos, que el padre Meriño cita en su Geografía Patria los de Punta Caña. Toda esa riqueza era de sabana, no tenía solidez básica. Hoy la común es mísera. Perdida la esperanza de reconstruir la riqueza ganadera, los habitantes se han dedicado a la agricultura y se cultiva toda clase de frutos menores. En grande escala la habichuela, que constituye un floreciente negocio de exportación; luego, arroz, maíz, guandul, garbanzo, arveja, plátano, rulo, yuca, batatas, papa, caña, tabaco, etc. (“Perlas”, 281), y cercano a Miches. En la literatura de los años treinta el arroz aparece en los sacos de la bodega donde trabaja Daniel Comprés en el Central Romana: “¡Es con arroz, arenques, harina de maíz, bacalao y fuerte azul, con lo que se les paga a miles de esclavos!” (“Over”, 1939). También se refiere al arroz Francisco Requena en “Los enemigos de la tierra”: “Todas las veces que le brindaron comida, casi siempre fué lo mismo: harina de maíz, carne de Montevideo rancia y como lujo, arroz y habichuelas (“Los enemigos”, 1936, 23)

Otra referencia al grano parece tangencialmente en un cuento de Juan Bosch y no aparece en el libro sobre el Folklore dominicano. Troncoso de la Concha lo refiere como una frase ya popular a fines del siglo XIX. Y quien lo refiere de manera más destacada es Moscoso Pueblo en “Cañas y bueyes” (1935). El arroz se afianza como consumo en la década del treinta y ya para el cuarenta hay varios intentos de exportación de arroz dominicano para Cuba y para Puerto Rico.

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