Es una lástima que la expresión “le cayeron los palitos”, tan popular entre los dominicanos, sea intraducible al idioma inglés, pues así el embajador de Estados Unidos en el país, James Wally Brewster, entendería mejor lo que le está ocurriendo luego de su discurso en la Cámara Americana de Comercio, donde con su anti diplomático estilo levantó algunas ronchas con sus pronunciamientos sobre la corrupción y, sobre todo, con su advertencia a los políticos que critican su injerencismo, a los que invitó a pasar por la embajada a devolver sus visas. El fin de semana le tocó el turno a la poderosa Iglesia Católica, que no le perdona su intenso activismo en favor de los derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, ni sus constantes apologías del matrimonio entre personas del mismo sexo, prohibido por las leyes dominicanas. Monseñor Víctor Masalles, obispo auxiliar de Santo Domingo, lo acusó de chantajista a través de su cuenta de twitter, pero también de intentar coartar la libertad de expresión, en tanto el padre Luis Rosario, coordinador de la Pastoral Juvenil, calificó como “bochornosa” la forma en que Brewster se refirió al problema de la corrupción en la República Dominicana, aunque al igual que monseñor Masalles reconoció que el diplomático tiene razón cuando señala que se ha convertido en un cáncer que retrasa el crecimiento, afecta negativamente el comercio e impide la aplicación correcta de la justicia. Ha llamado la atención, sin embargo, la tibieza conque la clase política, en sentido general, ha reaccionado a las declaraciones del embajador, a pesar de que los políticos son los destinatarios del “chantaje”. Quien les escribe no piensa llegar tan lejos como el diputado de la FNP, Vinicio Castillo Semán, quien calificó como “una verdadera vergüenza” que le hayan salido huyendo a “la grosera intervención” del embajador norteamericano, pero es evidente que el temor a perder esa visa traba muchas lenguas, y no solo las de los políticos.