Dedé y las Mariposas, madres universales

Dedé y las Mariposas, madres universales

En primavera, en algunos lugares apartados, aún es posible ver pequeños enjambres de mariposas que sobreviven a la contaminación y a la fumigación. Se dirá que la maldad ha crecido, que la inocencia ha perdido su nombre. Ellas se llamaron a sí mismas “Las Mariposas”, con un simbolismo insospechado, aun por los poetas. Pedro Mir, luego de ellas haber caído, en su poema Amén de Mariposas, visualizó el desplome de viejas e inconmovibles estructuras de cultura, sociedad y Estado, porque “hay columnas de mármol impetuoso no rendidas al tiempo y pirámides absolutas erigidas sobre las civilizaciones que no pueden resistir la muerte de ciertas mariposas”… “Comprendí que muchas unidades navales alrededor del mundo iniciaban su naufragio en medio de la espuma pensadora”.

Aunque de apariencia leve, eran de la misma sustancia que el clinker, que da solidez al cemento del edificio social. Primero ellas mismas, el poeta después, “envisionaron” la reciente y celebrada Teoría del Caos; que por increíble coincidencia, tiene como una de sus premisas, “que un aleteo de mariposas que tiene lugar en Japón, puede desencadenar un proceso que termina como tormenta en Nueva York”. María Teresa, Patria y Minerva desarrollaron condiciones que dieron al traste con la tiranía. Ellas lo sabían, nuestra sociedad de entonces no soportaría que se destruyese el acerbo simbólico que ellas concentraban: mujeres-hermosas- madres-esposas-bellas- dulces-cultas-amadas. Cristianas, clasemedias, de las mejores familias de nuestra ruralía, emparentadas y relacionadas con todo lo que en este país entonces valía. Las gentes, todos, supimos de inmediato que el tirano había perdido el juicio, que aquello era el final.

No será, acaso, fácil para las presentes generaciones, imaginarse las comunidades de Conuco y Ojos de Agua. Acaso unas docenas de quintas rodeadas de arboledas y jardines, enclavadas en cacaotales, bajo las amapolas que, desnudadas de sus follajes, cubrían de flores anaranjadas el “camino real”; habitadas por familias oriundas, de muchas generaciones, cuyos hijos, estudiaban en los colegios exclusivos de Santiago y La Vega, y cuyas muchachadas engalanaban los encerados salones de nuestras “sociedades”. Las quintas, no acaso como las de Luisiana y Georgia, pero con un aire bucólico y acogedor, como solo lo podía producir la clase media rural cibaeña, de la misma prosapia que diera origen y soporte a la lucha restauradora.

Las Mariposas sabían perfectamente que eran estandarte de todos los motivos por los cuales la vida merece vivirse. La hermosa y dulce Dedé quedó para que esa riqueza simbológica pasara como herencia a las siguientes generaciones. Ella quedó para cuidar la historia, los símbolos, las memorias, y los hijos de sus hermanas y propios, para que absolutamente nada faltara.

La recuerdo como a un familiar querido, en su “Tienda Dedé”, en San Francisco; ni ella ni nadie de su cercanía procuró el favor del Estado, ni cobró deudas patrióticas. Siempre digna, leve y hermosa como una mariposa, como una flor. Su sonrisa fácil, sin muecas amargas, con toda la nobleza y dulzura de lo que ella y sus hermanas siempre fueron y representaron, cuales madres universales.

 

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