Del (im)pacto eléctrico

Del (im)pacto eléctrico

El tema de la energía es un tema mundial. En Alemania, por ejemplo, la discusión es cuan verde se va a volver Alemania, que en el 2017 exportó electricidad por 1,300 millones de euros principalmente a Austria, Francia, Holanda y Suiza. Y que, aún cumpliendo con su promesa de energía limpia, sigue produciendo energía proveniente de carbón (incluso en algunas de sus versiones más contaminantes) y de la energía nuclear.
Expertos alemanes empujan por más verde y más seguro, pero en debate abierto hasta para formar gobierno hay también muchas voces razonables que dicen que energía limpia no es suficiente. Detrás y delante de ambas posiciones hay verdades y medias verdades, hay el gran reto de desmontar empleos y producción de la energía sucia, al tiempo que se puede ir sustituyendo la producción de energía limpia y creando los empleos suficientes. Si eso es Alemania… que en el patio se den todo tipo de argumentos, no es extraño.
La generación de energía a fuerza tiene que ser polémica. Desde el efecto en el medio ambiente, el impacto (positivo y negativo) en la demanda creciente de las industrias y los ciudadanos hasta el tema del calentamiento global, que solo Trump, empresarios depredadores o tarados pretenden negar, no es un tema fácil ni exento de múltiples y complicados intereses.
En nuestro país nos hemos pasado tres años y medio discutiendo un Pacto Eléctrico. Se ha hecho una especie de Diálogo Nacional, invitándose a muchos sectores, algunos que se han querido sumar al “glamur” de la firma, cuando ya ha habido procesos y temas discutidos. Algunos incluso, con argumentos que parecen atendibles anunciando la “no- firma” del Pacto, que es una forma de participar con gran rimbombancia en la firma.
Fuera de temas técnicos, es importante señalar que el pacto no debería verse como una panacea. Se firma y se solucionó todo, es un cuento de Alicia, que no ocurre ni en Inglaterra, ni en Alemania, es decir en países que muchos podemos realmente considerar como los países de las maravillas.
El pacto es el marco final de un esquema que con muchos problemas dio sus buenos frutos pero que ya terminó. Aunque las naranjas dañadas se hayan pagado muy caras, detrás de los disensos (tres y medio años después) siguen existiendo intereses, politiquería, utopismo, asalariados, medioambientalistas, lo que no se ve en esos disensos es a los sectores que de verdad se arriesgan y que al final impactaran en las decisiones.
Este largo proceso marca el final de un modelo agotado (que sigue beneficiando a algunos) y retrasa la entrada un nuevo esquema, además de consensuado, que mejora lo existente. ¿Resuelve por siempre y ya el tema eléctrico? Tengo edad suficiente para saber que no. Y aún ver su necesidad y beneficios.
El ministro de Energía y Minas tronó. Se quejó. Y creo que con mucha razón. Además de que le toca ese rol institucionalmente, es también en toda su bonhomía, esfuerzo y compromiso que siente y sabe que muchos argumentos son extemporáneos, o peor, entorpecedores porque sí. Alguien escribió como advertencia al Presidente que si se firma el Pacto tendríamos que en algunos años sentarnos de nuevo a discutir. Me llama mucho la atención esa expresión, pues desde una óptica razonable lo malo no sería tener que volvernos a sentar, lo horripilante sería tener que estar parados. No creo que sea un tema de velocidad…pero sí que es importante que lo firmemos, con el consenso ya logrado.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas