Del lado de Denis Mota Álvarez

Del lado de Denis Mota Álvarez

Si Denis llegara de pronto a su pueblo natal, a su Yuma, donde se desarrolla la atmósfera de esta obra en su mayor parte, y juntara a muchas gentes para presentarles un libro nuevo, llegarían esperando revelaciones pueblerinas con referencias de anécdotas de personas conocidas, historias de esas que se recrean en las conversaciones familiares, y aunque de eso hay en estas páginas, si de pronto le dijeran que se trata de poesía, en vez de ser como antes, que todo el mundo se embelesaba esperando que el poeta leyera, el rostro de aburrimiento mortal en la mayoría, es lo que encontraría. ¡Ah! ¡Es un libro de poesía! Como si dijeran que es algo que no tiene la mayor relevancia.
De modo que hacer literatura, hacer poesía en estos tiempos, es realmente algo poco menos que inútil. Los periódicos y las revistas le tienen horror al poema. Los editores dicen, con justa razón, que la poesía no vende.
Entonces por qué viene Denis, en vez de hacernos la novela de Rosa la Cumbanchera, con ese título dulzón de Alma de conejo y vellonera de la segunda parte del libro, con esas y otras preocupaciones relevantes de la primera y de la tercera parte.
Señores, porque Denis Mota, aunque es esencialmente un rebelde, amador del pueblo en su verdadera esencia social y humana, de lo cual es testigo su lucha revolucionaria, ocurre que es poeta, y le importan los grandes temas humanos.
En este libro hay de todo. Desde la oportunidad de mencionar a su esposa Norma, sin que nos demos cuenta, precisamente en el primer poema, al referir detalles pintorescos de su infancia yumera:
y para entonces habré levantado mi morada del lado de la vida y desnudo de angustia retozando con mi norma con los hijos colgaré en la ventana que mira hacia la alegría mi viejo fusil
(Del lado de la vida)
En otras palabras, el hombre cuando se casa y tiene familia, adquiere otras obligaciones y debe colgar el fusil revolucionario.
La ventaja indudable que tiene este volumen, es que nos permite hacer un viaje, no solo desde el paisaje marinero de Yuma y de sus gentes, como aquella pequeña novela trágica:
a pesar de las crónicas rojas
que rompe las amarras que unían
a José Inirio con Amantina
cuando el amor hambriento
en la ruta ciega del deseo
lo impulsó a liquidar
aquel amor
con tres tiros en el corazón
(Por Fin)
Y los primeros años de vida en la aldea:
La niñez fue una algazara y un sonsonete
persiguiendo mariposas que volaban en islas formando un minúsculo universo de sombras sobre el huerto y los árboles del patio mientras las flores iluminaban con sus colores la mañana (Ajuste de cuentas)
Aquí Denis llega a la confidencia y los viejos del pueblo deben recordarlo. Quizás ahora se estén interesando más en el asunto. Después de todo, no ha olvidado a las gentes, no ha olvidado a Yuma en su libro. Hay que tener coraje y también saber cantar alto, como veremos.
La vida de la antigua aldea abandonada y remota, unida a su mar rugiente, a su ría caudalosa, a la casona de Ponce de León, a las tradiciones montaraces y marineras donde transcurrió su infancia y primera juventud, contrasta con la activa pequeña ciudad que es hoy. Aunque para él siga siendo su San Rafael del Yuma cuando observa los rostros de los parientes y los viejos amigos, todo ha cambiado y todo ha seguido igual, aunque nada será como entonces, salvo a veces, en sus versos:
Cuando el cansancio
me devuelve a mis raíces
—sin arrepentirme de nada—
me pongo las mudas antiguas de domingo
y regreso exiliado en mí
a la cocina de la vieja casona
techada de luz de luna
y de estrellas intermitentes
—Cercana al río amado
y de la cañada de doña Estervina—
(Alma de conejo y vellonera)
Hasta culminar con el personaje más interesante de su adolescencia:
Rosa la Cumbanchera quedó atrapada en la memoria de la noche se marchó por los laberintos de la muerte dejando atrás los sudarios de su sexo animal ciego por donde cabalgamos en el insólito desfogue adolescente
(Rosa la Cumbanchera)
Podríamos mostrar más cosas. Sin embargo, he dejado para último lo que los literatos buscamos y encontramos, donde las hay. Y son estas cosas profundas y hermosas:
nostalgia inasible del amor que termina
—–
instante del vértigo incierto del adiós
He aquí el principio
y el fin del viaje
la despedida de la luz
el fuego que se apaga
—–
Sólo entonces comprendo que despedirse no es más que iniciar el viaje
que nos trae de vuelta a las sombras donde nos reunimos
(Viaje circular)
Así vemos que nuestro poeta no se encasilla en un solo tono ni en solo tema. Que en este libro transita por zonas de angustias existenciales; él, que ha conocido la muerte de seres queridos, que ha perdido amores y amontonado recuerdos, que ha estado más de una vez al borde del tránsito final, que ha sido aquejado de dolencias mortales, se ha aferrado a la vida, ha estado de ese lado con uñas y dientes y se ha labrado un nombre en la industria y en la literatura partiendo de cero; como hijo de zona marinera ha navegado con viento en contra y ha sabido sobrevivir. Por eso, canta como le viene en ganas y dice lo que piensa y siente, lo que recuerda y quiere que recordemos, dejando impresa la huella firme de un hombre total, sincero y lúcido.

Para que el lector tome el libro y comience a disfrutarlo, me voy a permitir copiarle únicamente los siguientes versos.
El espacio entre el cielo y la mar
es atravesado por una corriente de viento
una gaviota pasa graznando
parece un pañuelo blanco batiendo el aire
sobre una goleta saliendo del puerto
que se me ocurre llamarlo
Santa María de la Magdalena
(Taumaturgos y dioses marinos)

Y es que finalmente, queriendo que su sudario final sea marinero, nos canta y cuenta:
En la noche
cuando todos duermen
navego en el mar
de la añoranza y el vino
y me alejo del puerto
en dirección a la vieja Taberna del Diablo
donde nos espera Dios
en forma de mujeres presurosas
(Inolvidable Puerto)
Así lo dejamos en franca complicidad de lector y poeta. Si quienes lean este libro lo disfrutan como lo he disfrutado, creo que Denis Mota Álvarez no habrá cantado en vano.

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