Derechos de la Niñez: un compromiso que garantiza el desarrollo de los Estados

Derechos de la Niñez: un compromiso que garantiza el desarrollo de los Estados

La niñez constituye la etapa vital para el desarrollo humano, en ella se originan los procesos de formación más importante para una persona que, como tal, determina la comprensión de su entorno y es donde se generan las herramientas que les permiten superar las adversidades que se presentan en su contexto social.

De ahí que psicólogos de la categoría de Vygotsky señalará que: “lo que un niño puede hacer hoy con ayuda, será capaz de hacerlo por sí mismo mañana”. Este señalamiento destaca el papel que juega el adulto en el desarrollo del niño, pero de igual forma, destaca el legítimo derecho que tienen los niños y niñas a expresar lo que sienten o desean.

Históricamente se asumió el concepto de que los niños no eran sujeto de derecho y que sus anhelos estaban sometidos a las decisiones que pudieran tomar los adultos, esta visión fue largamente debatida, hasta que el 1924, después de la Primera Guerra Mundial, se proclama la Declaración sobre los Derechos del Niño, o mejor conocida como Declaración de Ginebra, en la cual se conceden derechos especiales, que buscaban garantizarles protecciones mínimas a esta población.

A esta declaración se suman la del 1959, de igual forma, el reconocimiento que hace la Declaración Universal de Derechos Humanos, así como en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (en particular, en los artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (en particular, en el artículo 10). (CDN, 1989)

Es importante precisar que, a partir de estas convenciones, se comienzan a dar los pasos conceptuales y legislativos para valorar a la niña y al niño como sujetos de derechos. Indudablemente que es la Convención de los Derechos del Niño, del 20 de noviembre del 1989, que viene a recoger todos los derechos de la niñez, sobre todo, al colocar las responsabilidades de las cuales son sujetos los adultos a partir de esta legislación internacional.

La convención se puede resumir en cuatro grandes principios, los cuales deben ser garantizados por los Estados, estos son: el de no ser discriminados/as (artículo 2), interés superior del niño/a (artículo 3), Derecho a la vida y a su desarrollo (artículo 6) y la libertad de expresión-participación (artículo 12). Esto no quiere decir, que los demás de derechos no tengan el mismo nivel de importancia que los mencionados, tan solo son referentes, que permiten visibilizar al niño y la niña como sujetos de derechos, sirviendo de antesala o conectores con el resto de los derechos.

El cumplimiento de los derechos de la niñez son el gran desafío que tienen los Estados, de ahí que, la apuesta al desarrollo de cualquier nación debe estar enfocada en garantizar el bienestar de este grupo etario.

Por eso no es casual, que los países que muestran mejor desempeño en sus indicadores de desarrollo humano son aquellos que han generado solidas políticas públicas en favor de la niñez.

Por eso los primeros años de la vida humana, que está concebida durante los primeros 6 años (primera infancia), de acuerdo con los estudios neurológicos, son determinantes en el desarrollo del cerebro de la niña y el niño. Es decir que, si durante estos años no se garantiza buena alimentación, una atención, estimulación y cuidado adecuado, esto terminará repercutiendo de forma negativa en el desarrollo de los niños/as y con ellos condenándolos a vivir en la pobreza.

Sobre este tema existe diversas investigaciones, que demuestran de forma científica los avances que han logrado tener los países que deciden garantizar los derechos de la primera infancia, a través de la inversión en políticas públicas integrales. De acuerdo al Banco Mundial: “los niños que escapan al retraso en el crecimiento permanecen más tiempo en la escuela, generan ingresos entre un 5 % y un 50 % más altos cuando son adultos y tienen 33 % más de probabilidades de salir de la pobreza”. (BM, 2016)

La apuesta de todos los estados que están pensando en su futuro, ha sido depositada en la inversión en la primera infancia, propiciando políticas públicas integrales, incluyentes, pero enfocadas en priorizar a las poblaciones que viven en condiciones vulnerables, en aras de nivelar las desigualdades que se han originado por décadas.

Parafraseando al gran prócer cubano José Martí, quien hace alusión a la importancia que tiene la niñez para el desarrollo de la humanidad, este nos dice que: “Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”.

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