Río de Janeiro. Cuando el francés Gwenel Lecourieux se preparaba para trasladarse a Brasil, el país, con su creciente clase alta y una feroz demanda de artículos de lujo, parecía el sitio ideal para abrir el negocio de sus sueños: una tienda de venta de relojes caros.
Pero ahora que le economía brasileña se desaceleró, casi nadie quiere comprar relojes que cuestan miles de dólares. Apenas 15 meses después de radicarse en Río, Lecourieux, de 36 años, está haciendo las valijas y regresando a Francia. Y no es el único. La cantidad de extranjeros que reciben permisos de trabajo cayó un 24% entre el 2013 y el 2014, de 62.387 permisos a 47.259, según estadísticas del Ministerio de Trabajo y Empleo.
Brasil no lleva la cuenta de los extranjeros que se van, pero hay abundantes indicios de que el país ha perdido el atractivo que tenía, lo que se ve reflejado en la merma en las solicitudes de permisos de trabajo que se viene registrando desde que esos pedidos alcanzaron su pico en el 2011. No hace mucho, Brasil era la envidia de Europa y Estados Unidos, que estaban sumidos en recesiones.
Su tasa de crecimiento anual era del 7,5% y casi no había desempleo. La caída de los precios de las materias primas y la reducción de la demanda interna, sin embargo, asestaron un duro golpe a la economía, que casi no se expandió en el 2014 y se espera que siga retrocediendo este año.
La inflación y el desempleo aumentan y la divisa local ha perdido valor, lo que contribuye a incrementar un costo de vida ya de por sí alto. Si a eso se le suman el escándalo de sobornos que tiene paralizada la compañía más grande del país, la petrolera estatal Petrobras, y una enorme burocracia, no sorprende que la estrella de Brasil se esté opacando.
“Hay muchos factores que han hundido la economía”, expresó Lecourieux. “Hoy el mercado es muy pesimista. Se están haciendo pocos negocios. Hay mucha inseguridad. Es muy complicado”. Lecourieux superó todos los obstáculos burocráticos, sacó una visa para empresarios e invirtió unos 50.000 dólares en su empresa, en la que vendía relojes de lujo en persona, visitando a los clientes en sus casas, confiado en que podría ampliar rápidamente su negocio.
El derrumbe de la economía, no obstante, hizo imposible que el negocio creciese y menos todavía que se sostuviese por sí mismo. Sin crecimiento, no puede satisfacer los requisitos para renovar su visa laboral, que incluyen el empleo de una cierta cantidad de trabajadores brasileños.
El francés no puede darse el lujo de esperar a que la economía se recupere, por lo que intentará vender su negocio y, lo consiga o no, volverse a Francia en las próximas semanas. Brasil sigue siendo un modelo para muchas de las naciones más pobres de las Américas y atrayendo inmigrantes que buscan trabajos manuales en el campo o en fábricas de la ciudad.
Abundan, por ejemplo, los haitianos, que llegaron en grandes cantidades hace algunos años, durante el apogeo económico y la construcción de obras para la Copa Mundial de fútbol del 2014. Pero los profesionales altamente calificados que vinieron durante la crisis económica mundial, incluidos ingenieros y expertos en finanzas, están buscando oportunidades en otros países ahora que la economía se desmorona. Nikola Kouzmanov, un analista de la industria del gas y el petróleo de 31 años, por ejemplo, se vino a Brasil en el 2013 para buscar empleo en el sector energético. “Me di un año para encontrar algo.
Si no se daba, al menos habría disfrutado de la Copa Mundial”, comentó. Kouzmanov se pasó todo un año haciendo contactos y yendo a entrevistas, pero no tuvo suerte. “Conseguir empleo no es nada fácil”, expresó. En septiembre del año pasado regresó a Londres y consiguió trabajo casi de inmediato haciendo investigaciones para un banco.
Gabriel Rico, director de la división de Brasil de la Cámara de Comercio estadounidense, dijo que hay mucha evidencia anecdótica de que los extranjeros que vinieron a Brasil durante el boom están desilusionados. “Entre el 2010 y el 2013, Brasil parecía un sitio excelente para las inversiones, especialmente porque Europa atravesaba por momentos difíciles”, manifestó.
Durante esos años, la cámara recibió numerosas consultas de inversionistas y empresarios de Estados Unidos interesados en abrir negocios en Brasil. Pero todo cambió con los pronósticos que hablan de un crecimiento nulo si no negativo, indicó. Ya casi nadie expresa interés, en tanto que las consultas de brasileños que quieren invertir en Estados Unidos se han duplicado en los últimos meses. “Básicamente, la situación se ha invertido”, dijo Rico. Los altibajos no son nada nuevo en Brasil, cuya economía depende mayormente de la exportación de materias primas como azúcar, oro, café y caucho.
Si bien muchos de los extranjeros que vinieron durante la época de apogeo se quieren ir, hay quienes aseguran que regresarán cuando las cosas mejoren de nuevo. “Creo que mucha gente vino pensando equivocadamente que podían hacerse ricos rápido, y eso no es así”, declaró Barbara Sikorska, directora de la rama de Río de Janeiro de InterNations, una organización de gente que vive fuera de sus países con oficinas en todo el mundo.
“Aquí hay que tener paciencia, perseverancia y resistencia”. Barney Smeaton, un ingeniero australiano de 32 años que está a punto de irse de Río tras buscar trabajo infructuosamente durante seis meses, dijo que seguirá de cerca la evolución de la economía brasileña. “No descarto regresar”, expresó Smeaton, un especialista en fuentes de energía alternativas. “Sigo pensando que este país tiene un enorme potencial”.