En cada aniversario del final de la era de Trujillo con el ajusticiamiento del tirano, la efeméride es propicia para concitarnos a reflexionar cuanto hemos avanzado, y las materias que percibimos ineficientes.
Sobre todo, en que el país está padeciendo una de sus etapas más controversiales con el Partido de la Liberación Dominicana conduciendo muy cuestionablemente el destino nacional por 19 años.
Hoy los dominicanos percibimos un desbarajuste descomunal identificado en, primero, la puja grupal inter PLD en que dos lideres pergeñan por la supremacía del poder más allá del próximo año, en vez de consensuar para pasar la antorcha a una generación nueva y promisoria, incontaminada y atractiva.
Percibimos los dominicanos una maraña de anomias en la conducencia de la cosa pública, empezando por la descomunal presencia ilegal de haitianos que los gobiernos del PLD saturan al país.
Estamos muy conteste los dominicanos de los decibeles ensordecedores de corrupción e impunidad, que es peor, a denuncias de diferentes sectores de la sociedad civil que exigen detener y judicializar, en vano.
El desconcierto ciudadano lo origina la deserción de la cúpula del PLD de los preceptos altruistas del expresidente Juan Bosch, que renunció siempre a los bienes materiales, por la versión de sus mentados discípulos de en vez de pautar una gobernanza promisoria, se decantaron por estructurar un núcleo de poder económico que clonado con la política, resulta un elíxir tóxico y frustrante para la sociedad dominicana.
Es por ese conjunto de anomias, como nunca antes, que no pocos propiciamos por un gobierno de mano dura estilo presidente Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, o un surgiente líder militar surgido de las urnas, que este servidor prefiere.