Desde los tejados
Cambiar para vivir

<STRONG>Desde los tejados<BR></STRONG>Cambiar para vivir

El capítulo 18 del profeta Ezequiel se pudiera llamar, “el rompe fatalismo”.  Copio el verso 21, “Si el malvado se convierte de los pecados cometidos y guarda mis preceptos y practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá”. 

Aquí, los encandenados al fatalismo creen que no podemos escapar los males que nos afectan. Juran que estamos condenados a arrastrarnos aplastados por viejos agravios.

Nuestra sociedad no cambia, porque los dirigentes de todo tipo no trabajan para crear las condiciones que permitirán a la población agarrar con sus dos manos su propia vida y cambiar. Trabajan casi exclusivamente para su provecho y el de sus parciales.

Si las autoridades competentes castigaran los delitos de los delincuentes y premiaran la buena conducta de los ciudadanos responsables, avanzaríamos hacia una sociedad diferente. Pongo un ejemplo, pudieran señalarse cien más. Desde que llueve en esta isla tropical, extensos y profundos charcos vuelven intransitables las calles y avenidas de nuestras ciudades. Todos nuestros drenajes están tapados por la basura. Este mal manejo de nuestra basura nos cuesta millones en accidentes, enfermedades, tarbia dañada, retrasos, tapones interminables, nocivos al sistema nervioso, gasto inútil de combustible, disgusto de ciudadanos y turistas, etc.

No importa la cantidad de drenajes que se construyan,  una ciudadanía, irresponsable e impune, siempre dispondrá de suficiente basura para taparlos. ¿Estamos condenados a no cambiar?

¿Qué sería si  los ayuntamientos regularan y organizacen el manejo adecuado de la basura? ¿Qué sería si se castigase a todo ciudadano y empresa que no manejase su basura según las disposiciones de los ayuntamientos? ¿Afectaría el valor de las propiedades y terrenos cada ayuntamiento asignara calificaciones a las diversas urbanizaciones? ¿Se pudiera reducir los impuestos a un barrio que dispusiese de su basura regular y adecuadamente? ¿Quién supervisa a los que deben limpiar los drenajes?

Para no seguir botando parte del presupuesto a la basura, para vivir en pueblos y ciudades transitables, ¡urge cambiar! No se trata de que nos tranquilicen con promesas, sino que nos intranquilicen con la necesidad de cambiar.

Mientras tanto, en este Santo Domingo del siglo XXI, cuando llueva, en lugar de salir a las calles inundadas, refúgiese en su caverna.

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