En la entrega anterior de esta columna hacíamos referencia a la “injusticia” que se ha cometido con Manuel -El Olímpico” Herrera, un exboxeador que aún no ha sido ponderado para el Pabellón de la Fama del Deporte de la República Dominicana, pese a que en su época fue uno de los atletas criollos más sobresalientes.
Herrera no solo fue el primer atleta dominicano en ganar medalla de oro a nivel universal, lo hizo en el Campeoanto Mundial Juvenil del 1983 en Santo Domingo, sino que participó en dos versiones consecutivas de los Juegos Olímpicos antes que cualquier otro quisqueyano (Los Angeles 84 y Seúl 88).
Producto de ello fue batutizado como “El Olímpico Herrera”.
En el momento en que el boxeo cubano imponía su poderío a nivel mundial, este formidable pugilista dominicano se convertía en el principal obstáculo para que Cuba arrasara con las medallas de oro en los eventos regionales, como sucedió en los Juegos Centroamericanos y del Caribe Santiago 86, donde el nativo de La Romana se alzó con la medalla de oro, tras vencer en la final al representante de aquella nación, Rogelio Marrero.
Herrera fue medallista panamericano y el capitán de la selección nacional durante el tiempo que formó parte de ella.
Fueron escasos los eventos internacionales a los que asistió sin conquistar una de las medallas de su categoría.
En reconocimiento a su gran desempeño y sus resultados en diferentes competencias internacionales, el Gobierno dominicano, bajo la presidencia de Salvador Jorge Blanco, le donó una casa en La Romana.