El 8 de enero podría pasar a la historia como una fecha de impacto en la historia del deporte de la República Dominicana.
Hoy se anuncian los resultados de las votaciones para el Salón de la Fama y se presentarán los elegidos para entrar a la inmortalidad.
Suenan con mucha intensidad para ser exaltados Greg Maddux y Tom Glavine, ambos lanzadores de los Bravos de Atlanta y quienes dominaron la Liga Nacional en la década de los 90 y parte del 2000.
Sin embargo, en nuestro país se prestará más atención a los votos que podría no llegar, pero para el ex jardinero Sammy Sosa.
Sosa apareció en las boletas de Cooperstown por primera vez el año pasado y recibió apenas un 12.5 por ciento de los votos emitidos.
Para entrar al Salón de la Fama se necesita de un 75 por ciento de la aprobación de los votantes de la Asociación de Escritores de Béisbol de los Estados Unidos, o BBWAA, según sus siglas en inglés.
Para mantenerse constante en la boleta aun sin llegar a ese 75 por ciento, un pelotero necesita asegurar al menos un cinco por ciento de los votos.
Y ahí es donde está el tranque.
En los últimos sondeos que se han comentado en los Estados Unidos, Sosa podría no recibir el cinco por ciento necesario para mantenerse en las papeletas. Eso implicaría que su nombre desaparecería de las votaciones que hace la prensa y solo sería elegible para ingresar a Cooperstown por vía del comité de veteranos.
Sosa nunca arrojó positivo a ninguna sustancia mientras jugó en las Grandes Ligas.
Sus 609 cuadrangulares lo colocan entre los mejores ocho de la lista de todos los tiempos.
Dejar fuera a Sammy Sosa solo por un rumor o sospecha del consumo de esteroides va contrario a todo lo que representa la sociedad estadounidense en términos del precepto jurídico de “se presume la inocencia hasta que se demuestre lo contrario”.
¿Eso vale en todo menos en el béisbol?