Diagnósticos para sanar la JCE

Diagnósticos para sanar la JCE

Para llegar a conclusiones fiables sobre lo que falló en el montaje de las elecciones de mayo pasado no basta tomar en cuenta el discurso del presidente de la Junta Central Electoral. Definitivamente no. Antes que esa alocución cuyos argumentos no vamos a discutir, hubo tres diagnósticos que hay que tomar en cuenta y que, de manera clara, coinciden en señalar un conjunto de fallas que han conducido a todo el alboroto que todavía tenemos, aparte de que los resultados electorales, salvo en la elección presidencial, no son aún definitivos.
En el balance del proceso electoral hecho por UNASUR, la OEA y la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UIOE), las fallas técnicas, insuficiente capacitación del personal de los colegios electorales y la instalación tardía de los equipos definen un panorama que sin duda generó tropiezos y distorsiones. La fiabilidad de estos diagnósticos resiste cualquier cuestionamiento. Está basada en argumentos muy sólidos, corroborados por la práctica.
Hay que valorar las conclusiones de las tres organizaciones internacionales que observaron el proceso. El remedio para curar los achaques del sistema electoral y evitar trastornos futuros, tiene que asumir como relevantes y válidas esas apreciaciones. La Junta no estuvo lo suficientemente preparada para prevenir contingencias. Los tres diagnósticos no tienen desperdicio.

Democracia y privilegios

Nuestra democracia y la noción de poder político acusan graves distorsiones. Todavía andan los diputados reclamando acceso privilegiado a recursos del erario para promoverse en sus comunidades, amparándose en el pretexto de celebraciones destinadas a las madres, cuya conmemoración fue el último domingo de mayo. Es grave que en una democracia, nada menos que la ley permita este acceso privilegiado a fondos del erario, alimentando la inequidad que da ventaja a los reeleccionistas frente a sus contendores.
Se trata de un vicioso esquema que ha propiciado el empobrecimiento de la mecánica para elegir a representantes de la colectividad, condicionada por el hecho de que unos pueden más que otros estar activos en costosas campañas y usar más los medios de comunicación social.

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