Dinosaurios modernos

Dinosaurios modernos

Después de la celebrada película “Jurasic park”, los niños de todo el mundo se han familiarizado con los nombres de algunos grandes animales extinguidos antes de la aparición del hombre. Dinosaurios, triceratopos, estegosaurios, diplodocos, fueron animales de gran tamaño, cuyos restos fósiles se exhiben en algunos museos de Historia Natural. En mis años infantiles se leía mucho una tira cómica en la cual los protagonistas eran “hombres de las cavernas”. Trucutú, Guzigú, Ulanita y Guzalina, personajes principales, convivían con los dinosaurios. A menudo montaban en el lomo de una dinosauria llamada Isaura. De algunas personas muy rudas y primitivas solía decirse: “este sujeto es un Trucutú”.

Durante un viaje a Washington pude visitar varios de los Museos Smithsonianos. Allí gocé de la contemplación del famoso “diplodocus longus”. Los huesos de este enorme animal, reconstruidos y armados por paleontólogos y arqueólogos, están expuestos en una gigantesca sala de la institución. De la trompa hasta el extremo de la cola del diplodoco, media una considerable distancia; un hombre de seis pies de estatura puede pasar cómodamente por debajo de las patas delanteras de ese monstruo prehistórico. En realidad, el hombre “apareció” en la tierra cuando ya no existían estos animales gigantescos. Jamás pudo “domesticar”, y mucho menos montar, ningún dinosaurio.

“L’Apparition de l’homme” es el título del famoso libro de Pierre Teilhard de Chardin. Se editó en Francia en 1956, un año después de la muerte del ilustre antropólogo jesuita. Teilhard ganó considerable fama al publicar “El fenómeno humano”; sin embargo, en este libro póstumo: “La aparición del hombre”, está presente su empeño por definir “la relación existente entre lo biológico y social, en el nivel de lo reflexivo”. Para Teilhard, la singularidad de la especie humana consiste en “su poder de co-reflexión”.

Es curioso que transitar por la Avenida Luperón, llena de patanas; camiones-tanques, cabezotes con contenedores, me haga pensar en Steven Spielberg, en animales prehistóricos, en las historietas de “Trucutú” y, finalmente, en el padre Teilhard de Chardin y los museos de Historia Natural. Estos vehículos monstruosos han sustituido a los diplodocos y dinosaurios. No sabemos si su presencia en calles y carreteras será un factor entrópico, “de usura y desintegración universales”, como diría Teilhard.

 

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