Dolor e indignación afectan a padres de niños perdidos

Dolor e indignación afectan a padres de niños perdidos

Dolor, impotencia y desesperación son los sentimientos que embargan a los familiares de dos niños desaparecidos desde el 2015, cuyos padres se quejan de la desidia de la Policía Nacional porque, a su entender, no le da seguimiento a esos casos particulares.
Las familias Luciano Rodríguez y De la Cruz Custodio lloran a diario porque hasta el día de hoy desconocen el paradero de Yodalis Luciano y Wilfredo de la Cruz.
Wilfredo de la Cruz, de 6 años, desapareció el 27 de septiembre de 2015, del sector Los Ponce, en Los Guarícanos de Villa Mella. Y Jodalis Luciano, de 11, quien es falcémica el 6 de octubre, del sector Valiente, del distrito municipal La Caleta.

“El Departamento de Desaparecidos también está desaparecido”, esa es la percepción que tiene el señor Yony Luciano, padre de Yodalis.
Con impotencia dice sentir inconformidad porque, a un año y seis meses de la desaparición de su hija, la Policía no hace nada por aclarar el caso.
Dijo que solamente el coronel Gustavo Romero fue el único que investigó el caso, pero lo cambiaron por el coronel Herasme “y ese caballero no ha hecho nada”, y a quien le pidió investigará a una persona, pero ni la denuncia le recibió.
“Ya he ido a tantos lugares que ya no se a dónde más acudir”, se lamenta Luciano, quien destaca que cada vez que cambian a una autoridad engavetan su caso, pero él se mantendrá firme en la búsqueda de su pequeña.
Señala que le ha entregado cartas al presidente Danilo Medina, al director de la Policía, al encargado del Departamento de Investigaciones Criminales (Dicrim), a la Procuraduría General de la República y ha hablado con fiscales y cuantas autoridades, pero ninguna les prestan atención.
Marcha. Advirtió que ante la negligencia por el caso, organizará una marcha hacía el peaje de Las Américas para así llamar la atención y que la Policía retome la investigación.
Luciano, quien se mantenía fuerte no pudo contener las lágrimas al decir “Aquí lo que se come es lágrimas porque al levantarnos, acostarnos, cuando vamos a la iglesia, la recordamos, algo que es alegre para nosotros es lamentaciones, llanto y tristeza, prácticamente se nos acabó la vida, porque tu hijo más chiquito no está en la casa y las autoridades no hacen el mínimo esfuerzo para tratar de resolver este problema que nos agobia, es desesperante, ya la vida de uno ha cambiado”.
“Yo ni se como estoy vivo, nosotros vivimos porque Dios tiene misericordia de nosotros, a mí me detectaron cáncer de pelvis y al poco tiempo la empresa donde trabajaba me despidió y a los dos meses se desaparece mi niña”.
Señala que a pesar de este cambio radical, Dios mantiene firme a su familia que desde siempre han sido cristianos. “Yo puedo morirme mañana si mi hija aparece hoy y estaré conforme con Dios”.
Luciano teme que su hija allá corrido con la misma suerte de la niña Carla Massiel, quien desapareció también en el 2015, y su cadáver hallado enterrado y el caso aún no está esclarecido.
Wilfredo de la Cruz. “Excúsenme, yo no quería hablar con ustedes porque hoy él cumple un año y siete meses, sin mi muchacho, sin saber nada, yo me siento muy mal”, expresó entre llantos Fátima Custodio, madre de Wilfredo.

Al secarse las lágrimas y con la voz entrecortada cuenta que no recuerda la última vez que la Policía le habló del caso, y que cuando iba al Departamento de Desaparecidos no le prestaban atención o le decían que “averiguara por su cuenta”.

Por el caso la Policía Nacional apresó y luego liberó a un hombre identificado como Santo, de 61 años, quien tiene antecedentes como depredador sexual de menores.

Fátima se quejó que la Policía no investigara a profundidad a los abuelos y tíos de la hermana mayor de Wilfredo, quienes supuestamente rechazaban a su hijo porque su padre lo prefería a él más que a los del otro matrimonio.
Lo único que hizo el organismo fue llevar caninos a la vivienda de las personas señaladas, donde estos detectaron el olor de Wilfredo en una sábana, pero la investigación se quedó ahí, afirmó Fátima.

Indicó que la última vez que vieron al menor estaba sentado en una piedra en la esquina de una banca, a pocos metros de la casa de esas personas.

“El día de su cumpleaños me siento muy triste, he tratado de seguir con mi vida, pero no es igual, como madre pienso que está vivo, no quiero morirme sin saber qué paso con él, quién fue que lo hizo, y que pague por lo que hizo”, cuenta Fátima sin poder contener las lágrimas.

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