Se nos fue en los días de navidad, calladamente y en paz, rodeado de su querida familia, el ingeniero Gustavo A. Tavares Espaillat, un exitoso hombre de empresa, de una humildad extraordinaria y que siempre estuvo dedicado a las mejores causas relacionadas con la educación y la cultura.
Lo conocí hace unos 37 años, cuando fue Presidente de la Fundación Dominicana de Desarrollo, donde me tocó trabajar, y desde entonces mantuvimos una estrecha relación de amistad, con profunda admiración de mi parte, que se mantuvo hasta el final de sus días.
Don Gustavo tuvo que ver con la creación de diferentes instituciones públicas relacionadas con el bienestar de los dominicanos, así como también con organizaciones sin fines de lucro de apoyo a la educación y la cultura.
Entre estas últimas merecen especial mención APEC, la Sociedad Dominicana de Bibliófilos y EDUCA, que han rendido frutos importantes a la sociedad dominicana.
Don Gustavo fue mecenas de escritores dominicanos que hoy honran las letras dominicanas.
Siempre fue discreto, porque no hizo gala con nadie de su labor.
Quien escribe estas líneas tuvo el privilegio de tenerlo como amigo por casi cuatro décadas, y disfrutábamos ambos de nuestros frecuentes encuentros. Trabajador incansable.
Me consta que cada vez que le visitaba lo encontraba afanando, en compañía de su eficiente y leal secretaria de siempre Olga Cunillera, en proyectos relacionados con la edición de libros.
Su último proyecto editorial es un libro que se encuentra en proceso de edición por la Sociedad Dominicana de Bibliófilos sobre la inmigración judía a República Dominicana, y cuyo costo de edición fue donado por él.
Recibí con agradecimiento sus sabias orientaciones sobre la conducción de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, de la cual fue de sus fundadores y de la cual estuvo pendiente desde su fundación, en 1973, hasta pocos días antes de su fallecimiento.
En las últimas semanas de su vida, ya con muchas dificultades para movilizarse, tuve la dicha de tenerlo como visitante en la tercera feria de libros raros y antiguos que realizó la Sociedad Dominicana de Bibliófilos. En esta ocasión estuvo acompañado de su esposa Idalia, y de su hija Clara. Poco dado a aceptar homenajes de reconocimiento por su trabajo voluntario, Don Gustavo aceptó ser Presidente de Honor de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos, hace un par de años, lo cual nos llenó de regocijo a todos los integrantes del Consejo Directivo de dicha sociedad.
En nombre de la Sociedad Dominicana de Bibliófilos que me honro en presidir, y en mi propio nombre, expresamos nuestro más sentido pésame a la familia de Don Gustavo, muy especialmente a su esposa Idalia, su hijos Juan Tomás, Gustavo, Clara y María Rosa.
Agradecemos a Dios el habernos permitido disfrutar de su compañía y su amistad todos estos años.