Doña Tina y sus décadas vendiendo alimentos

Doña Tina y sus décadas vendiendo alimentos

El tenue sonido de las llamas de una estufa, el retintín de calderos y cucharones al hacer contacto y la atractiva sonoridad de uno que otro plato al rozarse han sido los mejores aliados de Tina Rojas, mejor conocida como “Doña Tina”, quien lleva más de tres décadas dedicada al negocio de venta de comida en su casa ubicada en el sector de Villa Juana.
Pero en un principio “Doña Tina” no vendía comida por simple capricho o porque era el sueño de su vida, sino porque se vio de frente con la necesidad: debía sacar adelante a sus dos hijos. Cuenta que se separó de su esposo cuando sus hijos estaban muy pequeños y no contaba con la ayuda de nadie, así que no tuvo otra opción que dedicarse al único oficio que sabía: cocinar.
“No tenía a quien pedirle ayuda, debía pagar la casa, darle de comer a mis hijos y sacarlos adelante. Fue así como comencé a vender comida en la puerta de mi casa”, recuerda la señora un poco afligida.
Dejó su pueblo. Doña Tina llegó pequeña a Santo Domingo, dejando atrás su campito en un humilde paraje de Puerto Plata, así como a sus padres, hermanos y sus anhelos de niña.
“Yo vine aquí a vivir con una tía de crianza cuando todavía estaba chiquita. Me costó mucho dejar a mi familia, pero luego me acostumbré a estar lejos de ellos”, indica.
“Después me casé, tuve dos hijos y al poco tiempo me divorcié y empecé con mi negocio”, agrega.
Su mayor bendición. Doña Tina está orgullosa de sus hijos, así lo expresa su sincera sonrisa al hablar ellos.
Señala que el mayor tiene 30 años y no terminó los estudios, pero es un hombre muy trabajador. “Es mensajero. Y aunque no estudió, es un muchacho tranquilo y no me da tormentos. De vez en cuando me da mis pesitos, no me puedo quejar”, dice.
Por otro lado, su hijo menor, que ya tiene 22 años, está terminando su carrera de Ingeniería en Sistemas y trabaja en su área.
“Ese muchacho empezó la universidad muy joven; no ha terminado por el trabajo, pero ya casi se hace ingeniero”, sostiene alegre y satisfecha de que su esfuerzo haya valido la pena.
Ardua labor. “Yo fui la primera que empezó a vender comida por Villa Juana”, asegura Doña Tina. Cuenta que su trabajo comienza desde muy temprano. Ella empieza la venta de comida desde las 9:00 de la mañana y termina alrededor de las 4:00 o 5:00 p. m.
Antes preparaba sus platos sola, pero ahora tiene una ayudante, pues confiesa que, con el paso de los años, su fuerza han ido disminuyendo.
“Nosotras tomamos un día para lavar y limpiar las carnes, preparar los sazones y dejar todo a medias para no tener que estar todos los días en eso. Ya el día que vamos a preparar la carne, la cocinamos bien temprano, hacemos el arroz y las habichuelas”, indica.
Añade que su puesto de comida está abierto todos los días, incluso los domingos que es el día que dice vender más. “Los domingos esto se llena. A la gente no le gusta ponerse a cocinar y dice -vamos a comer para donde Tina”-, explica.
Ella ofrece un menú variado, que incluye: arroz, víveres, habichuelas, “rabo encendío”, cerdo horneado, bistec, pescado, ensaladas…
Cabe destacar la camaradería que se da entre Doña Tina y sus clientes: no solo les vende comida; también relaja y les hace uno que otro cuento.

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