Donato Bencosme La muerte anunciada de un coloso que recuperó la herencia que parecía perdida

Donato Bencosme La muerte anunciada de un coloso que recuperó la herencia que parecía perdida

POR ANGELA PEÑA
Vivía como un príncipe en sus predios de Juan López, dueño de una inmensa propiedad que abarcaba Villa Trina, Jamao, El Mogote. Era apuesto, galante, sensible ante las necesidades de los pobres, que le aclamaban. El cabello rubio, la nívea piel y los intensos ojos azules lo hacían irresistible ante las mujeres. Además de Jeannette, su esposa, tenía a Dolores, Trina, Ana, Berthica y Neyra. Por eso tuvo una prole numerosa: 32 hijos. Era el propietario de ocho vehículos para los que tenía igual número de conductores y garajes con baño privado y cuarto de música.

Provenía de Europa, donde Horacio Vásquez lo designó Ministro Consejero Concurrente de las embajadas de Alemania, Francia, Inglaterra y Bélgica. Allí estudió ingeniería. Allá se codeó con la realeza y la diplomacia, aprendió a bailar tango, y esas condiciones, unidas a su singular atractivo físico, su altivez, su educación y refinamiento, lo convirtieron en hidalgo y noble señor del Cibao demandado por sus producciones de café y cacao, que exportaba, y por la flota de camiones de volteo y de cama larga que empleaba en el ejercicio de su profesión.

Era una autoridad que conjugaba caballerosidad, cultura, riqueza y elegante estampa con el trabajo rudo, mezclado con capataces, agricultores, trilladores, obreros de sus factorías, a pesar de hablar tres idiomas y de haber respirado aires de civilización y desarrollo. Calzaba sus botas y montaba mulos para recorrer esas propiedades que debió levantar de la devastación en que las dejó el dictador Trujillo en 1930 cuando su padre, Cipriano Bencosme, se le alzó con todos sus hombres combatiéndolo hasta perder la vida.

Donato, el hijo más pequeño y más mimado del viejo revolucionario llegó a la República  decidido a reclamar y levantar el patrimonio familiar y para ello tuvo el valor de visitar al Generalísimo exigiéndole los animales dispersos, la tierra expropiada y los vestigios de la casa incendiada. Fue complacido y junto a Ignacio Santana, el guardaespaldas de Cipriano que era como “un perro de peste”, recorrió la región, revólver al cinto, en busca de su herencia. En seis años reverdeció la finca.

Tanto esplendor, tal poder y bien ganada fama despertaron la envidia de Trujillo y su séquito. A ello se agregaba el apellido del poderoso galán: Bencosme, una familia fichada por el régimen que ya tenía dos víctimas y un exiliado planificando una expedición para derribar al déspota: Toribio, al que Donato enviaba aportes para esa empresa. Se comentaba, además, que el hijo de Cipriano juraba que cobraría el daño moral y material causado a la parentela. Todo eso decidió su muerte el 18 de febrero de 1957, a los 49 años de edad.

En la finca de Donato

Los hijos del matrimonio de Ramón Donato Bencosme Bencosme con Juana de Arco García León (Jeannette) y otros familiares, se reúnen cada aniversario del cruel asesinato para escuchar la misa por su alma, visitar la tumba y luego ir a la casa paterna a recordarlo. De los cuatro murió Alina. Quedan Donato (Natico), Noris y Doris, las gemelas, y Cipriano, el que en cada visita a la vivienda parece ver tirado en la puerta, sobre una parihuela, el cadáver del padre “amoratado, golpeado, destruido”. “Fui el primero que lo vi. Tenía 13 años y fueron a buscarme a la escuela para decirme que mi papá tuvo un accidente. Fue muy impactante”. Nadie creyó la historia, publicada el 20 de febrero de 1957. El país entero sabía que Donato era perseguido por el dictador y sus acólitos. Ya  había estado preso y tenido enfrentamientos con familiares y colaboradores del tirano.

Cipriano está en Juan López donde aún parece que vive Donato. La casa es la misma, con sus caballerizas, aljibes, secaderos, burros para subir los automóviles, armarios que guardan íntimos secretos de alcoba, el viejo bar con sus Felipe II, Carlos I, Osborne,  Napoleón, Duque de Alba y otras bebidas favoritas del potentado mocano. Están sus santos, pisos y cercos de caoba, pino y cedro centenarios, su cama Luis XIV, las hamacas, los bancos, las terrazas, sus árboles variados y frondosos. En ese entorno respetado cuenta Cipriano el infausto destino de su progenitor, olvidado por gobiernos y ediles pero aún admirado por la gente humilde, agradecida, de Moca y sus contornos.

Un día, la candidata a un reinado pidió a Trujillo que adquiriera votos, en el Centro de Recreo de Santiago, y el “Perínclito” ordenó a Manuel de Moya Alonzo que le comprara 500 pesos. Donato estaba enfrente, en el Café Antillas, y la joven se le acercó con la misma oferta. “Él mandó a buscar a su secretario, Antonio Cabreja Isolino, le pidió su chequera y extendió un cheque en blanco a la joven diciéndole: ‘cómprese los votos suficientes para que usted sea reina e invíteme a su reinado”. Antes de una hora un calié fue donde Trujillo a decirle que Donato acababa de ridiculizarlo.

“Igualmente, agrega Cipriano, Trujillo tenía muchos problemas con doña María, la primera dama, y Lina Lovatón, su amante preferida, y alguien le dijo: ‘pero háblese con Donato, que tiene a su esposa tranquila y seis sucursales y nadie pelea. ¿Cómo? ¿Quién es? Donato, él vive como un rey, tiene siete carros, siete chóferes, es el hijo de Cipriano…”.

Donato fue también objeto de un Foro, prosigue Cipriano, “en una ocasión en que trató de conciliar a su amigo, Herminio Olivares Bencosme (Lalao), con sus hermanos, por problemas de herencia. “Se destapó con un Foro Público diciendo que Donato tenía el arsenal de la revolución de Cipriano, que en cualquier momento podía desenterrarlo y tumbar al gobierno. Papá demandó a Lalao, fueron a los tribunales, ahí surge papá a la palestra pública y Trujillo lo nombra gobernador de la Provincia Espaillat, que no podía rechazar porque hubiese sido su muerte. Estando en esa posición, Pipí Trujillo comienza a venir a los campos de Moca a buscar los mejores mulos y caballos dizque para la Hacienda Fundación, mandando a buscar el cheque a la gobernación, que nunca aparecieron porque esos eran robos de Pipí. Papá, valientemente, envió una carta a Trujillo diciéndole que daba pena que su apellido rodara por el suelo porque su hermano, un vulgar cuatrero, despojaba a los campesinos”. Trujillo, narra, amonestó a Pipí y Donato ganó un enemigo.

Después, prosigue, “Ludovino Fernández fue a la casa de mi mamá con una de sus queridas y papá le prohibió la entrada diciéndole que a esa casa sólo podía ir con su señora. Otro enemigo. Posteriormente, yendo de Moca a Santo Domingo en su carro con placa de gobernador, la 470, se le atravesó un buey y al dar un giro por poco choca con el automóvil del general José René Román Fernández (Pupo) quien, molesto, quitó la licencia al chofer y no permitió hablar a papá que, al llegar a Moca, reportó el caso a Trujillo. Éste le devolvió la licencia y al otro día le requirió presentarse al Palacio Nacional, llamó a Román y le dijo: “Pídale excusas a mi gobernador, que lo que usted ha cometido es una falta de respeto”, según Cipriano. Fue una  humillación para Pupo que en ese momento era jefe del Ejército, comenta Cipriano Bencosme García. “Otro enemigo”.

A los pocos meses, añade, una guagua del Ejército perseguía a Donato, lo destituyeron del cargo y, aunque lo repusieron a los siete meses, continuó el acoso que él denunció en una carta pública. Lo acusaron de atentar contra la paz y la seguridad del Estado y lo condenaron a un año de prisión y 250 pesos de multa pero, el 23 de diciembre de 1957, Trujillo le concedió la libertad, le entregó su pistola y le advirtió: “Tu vida se respeta desde La Cumbre hasta Santo Domingo. De La Cumbre para allá eres hombre muerto, tienes muchos enemigos en el Cibao”. Donato se hospedó en el hotel Comercial pero al poco tiempo regresó a Moca y cuando reabren los trabajos de la judicatura decide: “No quiero estar suelto por indulto, no he cometido ningún delito y es verdad que me andan buscando para matarme”. Apeló. La causa fue fijada para el 17 de febrero de 1957.

Cuando iba a presentarse “lo detuvieron en Piedra Blanca junto a su chofer Rafael Camacho, lo desarmaron y trasladaron al Palacio de la Policía, en Santiago. Allí, asegura Cipriano, se juntaron Ludovino Fernández, Jaffet Cabrera, Pipí Trujillo, a esperar la autorización de Trujillo para matarlo. El día l8 le dicen: mira Donato lo que vamos a hacer con tu chofer, y le clavaron un estilete en el cuello. A papá lo mataron a palos el 18 en la noche, entre todos, lo metieron en un saco y el carro Opel en que andaba lo lanzaron a La Cumbre, de Puerto Plata, en un precipicio de 800 metros donde todavía está el vehículo”. La familia Bencosme conoció estos detalles por un militar que participó en los hechos, contó Cipriano. La prensa de entonces atribuyó el “accidente” a la rotura del guía.

Donato nació el 17 de mayo de 1908 en Juan López, hijo del general Cipriano Bencosme y Juana Bencosme Jiménez. Casó con Juana de Arco García León (Jeannette) el 1 de abril de 1931. Además de los cuatro hijos procreados en esa unión tuvo a Sergio, Raymond, Galia, Astrid, Olga, Felipe y Julio César, con Dolores Guzmán. A Dennys, Daysi, Rosario, Berta, Floralba, Hipólito (Polo), Marcelino y Víctor, con Trina Pérez. A Isabel, Ramón, Alfredo, Teresa, Fernando (Fey), con Ana Sánchez. A Nanán, Rosa, Mireya, Juan Donaldo, Juan Ramón, Guadalupe, con Berthica Ángeles y a Margarita con Neyra Pérez. “Era una maravilla, lo único malo es que era muy mujeriego”, dice su hija Noris. “Los Bencosme son árabes,  Cipriano tuvo nueve mujeres y el primer Bencosme que vino al país trajo siete en el barco, eso es de sangre”, justifica Cipriano, asegurando que todas las mujeres de su padre “eran las más hermosas de Juan López”. Su madre se separó de Donato al enterarse, “un poco tarde”.

El más extenso romance de su Galería Heroica, se lo dedica Balaguer a Donato Bencosme. “Era guapo ese gitano/ y al cabalgar en su jaca/ es tan altivo su gesto/ que todo el pueblo lo aclama./ Era él, por su ascendencia, / capaz de cualquier hazaña/ El Mogote se cernía/ como un escudo en su casta./ ¿Quién le dio muerte a Donato?/ ¿Es verdad que conspiraba?/ ¿O algún amante celoso le tendió vil emboscada?/ Los que a Donato mataron/ ¿Lo ultimaron por la espalda/ como sabuesos pagados/ para urdir la vil patraña?/ Por mucho tiempo se hicieron/ conjeturas sobre el drama/ hubo dudas sobre el crimen/ que a mucha gente intrigaba/ Más yo sé que lo mataron/ porque era mucha su fama/ y era un peligro en su tiempo/ llevar la frente muy alta”.

“Cayó un gran hombre, un rebelde con causa, un coloso que levantó un imperio destruido. Fue una muerte muy anunciada, dice su hijo Cipriano. Los que nos acompañaron fueron  los pobres y mendigos. Nosotros fuimos repudiados por Moca entera”.

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