Eduardo Galeano y sus memorias

Eduardo Galeano y sus memorias

El 7 de agosto de 2014 salió publicado en este mismo diario un artículo nuestro titulado Patas Arriba. En dicho escrito decía lo siguiente: “Eduardo Galeano es uno de mis escritores favoritos; caí presa de su hechizo a comienzos de los setenta del pasado siglo XX cuando publicó Las Venas Abiertas de América Latina”. El lunes 13 de abril de 2015 se produce la infausta noticia del deceso de tan magno y legendario maestro de la palabra escrita. Una de las grandezas de este excepcional intelectual es que era consecuente con su discurso literario, hacía lo que predicaba.

Distinto a muchos que rara vez ponen en ejecución lo que pregonan y que en cambio pocas veces tienen el coraje de manifestar lo que hacen, Galeano era verbo y acción.

En ese tenor me viene a la mente un corto párrafo dedicado a Ernesto Guevara con el título de El nacedor. En éste se preguntaba: <<¿Por qué será que el Che tiene esta peligrosa costumbre de seguir naciendo? Cuanto más lo insultan, lo manipulan, lo traicionan, más nace. Él es nacedor de todos. ¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía?>> Su estilo era inconfundible; se podía leer un trabajo anónimo y era fácil adivinar su autoría. Fue un abanderado de los oprimidos y olvidados de América y del mundo.

Su impronta queda marcada como huella imborrable en los corazones de quienes nos sentimos endeudados por los aportes de este iluminado mago de las historias cortas y sustanciosas. Como un breve homenaje a modo de comunicar me permito transcribir su poema LOS NADIES: <<Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada./ Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos./ Que no son, aunque sean./ Que no hablan idiomas, sino dialectos./ Que no hacen arte, sino artesanía./ Que no practican cultura, sino folklore./ Que no son seres humanos, sino recursos humanos./ Que no tienen cara, sino brazos./ Que no tienen nombre, sino número./ Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local./ Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata>>.

Tan variada era la temática que dominaba el inagotable Galeano que los cada día más escasos discípulos de Hipócrates encontrarían alimento para la meditación con este fragmento de relato extraído de su libro Bocas del tiempo, se llama Una clase de Medicina: <<…Por favor doctor, ¿podría tomarme el pulso? Una suave presión de los dedos en la muñeca y él decía: Muy bien.

Setenta y ocho. Perfecto. Sí, doctor, gracias. Ahora, por favor, ¿me toma el pulso? Y él volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que mejor imposible. Día tras día, se repetía la escena. Cada vez que él pasaba por la cama de doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido, lo llamaba, y le ofrecía ese brazo, esa ramita, una vez, y otra vez, y otra.

Él obedecía, porque un buen médico debe ser paciente con sus pacientes, pero pensaba: Esta vieja es un plomo. Y pensaba: Le falta un tornillo. Años demoró en darse cuenta de que ella estaba pidiendo que alguien la tocara”.

Así de conmovedor y humano fue Eduardo Galeano, cóndor que voló hacia otro espacio sideral cuando más demandaba de su presencia el mundo latinoamericano.

 

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