CONSULTORIO DE FAMILIA. Educación de los hijos

CONSULTORIO DE FAMILIA. Educación de los hijos

Soraya Lara de Mármol

Pregunta de la lectora: Nuestra cultura asume que gritar y castigar físicamente a los hijos son herramientas para la disciplina. ¿Podrían estos métodos fomentar la violencia en ellos?

Respuesta de la terapeuta: Este modelo agresivo y dominante busca someter a la obediencia, no educa ni disciplina. Hiere físicamente y lesiona la autoestima de los hijos.

Educar y disciplinar promueven la reflexión y el aprendizaje. Se enseña a tomar en cuenta las consecuencias para sí mismo y para los demás. Se aprende a discriminar si su conducta asumida transgredirá una norma o regla.

Los padres son los responsables de proteger y cuidar a los hijos. Como adultos deciden qué conviene o no para el sano desarrollo físico y psicológico. La madurez emocional, los principios, los valores familiares y culturales serán las guías de actuación que reforzarán las decisiones parentales.

Cuando los padres gozan de madurez emocional son más propensos al buen trato y a promover la resiliencia en los hijos. Reconocen que el afecto, el diálogo abierto, las reglas flexibles, actualizadas y el abordaje de los conflictos basados en soluciones forman parte de su estilo de crianza.

La inmadurez emocional de los padres se reconoce por la reactividad alta que expresan cuando golpean, gritan y descargan la ira con saña. Las emociones se salen de control, se descargan indiscriminadamente sobre los hijos provocándoles daños severos.

Los hijos quedan atrapados en la autoridad rígida e inflexible cargada de enojo sin que les dejen abierta la posibilidad de defensa y de explicaciones, suprimiéndolos a objetos personales que se pueden maltratar al antojo de los padres. Aprenden a no defenderse contra el maltrato, lo que los hace vulnerables a seguir siendo objetos de estos por parte de terceros.

En otros casos encontramos niños muy agresivos que atacan a otros, dirigiendo hacia terceros todo su enojo y malestar. Aprenden a salirse con la suya.

Existe la probabilidad de que niños maltratados, humillados y desconsiderados por sus padres, se conviertan en futuros agresores. Estos niños tienden a sentirse culpables y avergonzados por lo que les pasa. Podrían mostrarse malhumorados frente a los demás, poco sociables y ensimismados. La agresión se convierte en una defensa importante para ellos. Aprenden que la violencia es un recurso para solucionar los conflictos que se les presentan. Las habilidades para afrontar los problemas fueron truncadas desde muy temprana edad.

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