La tecnología ha aumentado increíblemente nuestro bienestar. Le podemos atribuir todo el mérito de vivir muchos más años, mucho más saludables. Todos somos fanáticos de vivir bien… y mucho.
Aunque introducir tecnología empieza siempre desplazando empleo, acaba mejorando la condición del trabajador. Hasta la llegada de la Revolución Industrial, a mitad del siglo XVIII, la humanidad había mantenido por siglos el mismo nivel de productividad. En palabras del premio Nobel Robert Lucas: “Por primera vez en la historia, el nivel de vida de las masas y la gente común experimentó un crecimiento sostenido”. En términos reales, un trabajador produce hoy 22 veces más por hora que en 1800.
Antes de la revolución industrial, la ley “limitaba” la jornada diaria de trabajo en Inglaterra a 15 horas por día, sin hacer excepciones para los niños. Para 1800 la jornada se había reducido a 11 horas por día. Hoy es de 6 horas por día (30 horas por semana).
La Revolución Industrial, además de reducir la jornada laboral, fue el génesis de nuevas fuentes de trabajo, hoy concentradas en lo que llamamos “sector servicios”, donde el humano parecía ser menos reemplazable por la máquina que en la industria. Hasta ahora.
Un estudio de 2015, fruto conjunto de Nomura Research y Oxford University sobre más de 600 tipos distintos de empleos en Japón (una de las naciones mejor educadas del mundo), concluye que la mitad de los mismos serán reemplazados por máquinas en los próximos 15 años.
El científico Jeremy Howard, de Enlitic, estima con las “computadoras que han aprendido a aprender” se podrían eliminar el 80% de los empleos del sector servicios. Un ejemplo: Una computadora puede leer el resultado de una tomografía con mayor precisión que un médico. La computadora no tiene limitantes para distinguir tonos de color. Los ojos del ser humano, sí.
Tres problemas azotan al planeta: la pobreza, el medio ambiente y, siguiendo al filósofo español Fernando Savater, el aburrimiento (cuya consecuencia inmediata es la estupidez).
Dado que el número de horas “libres” para la mayoría de los seres humanos irá aumentando y las estructuras sociales deberán ajustarse a este fenómeno, parece buena idea incluir desde ahora en los currículos de secundaria y universitarios, educación que vacune contra el aburrimiento.
Repetimos constantemente que en la escuela no nos enseñan a ser padres, o a ser optimistas, o a administrar positivamente la adversidad. Deberían. Hay suficiente ciencia para ello. Hay quien piensa que estas son áreas para las iglesias o para los libros de “auto ayuda”.
Yo creo que esto es también tarea de la academia.