El alto costo de los desórdenes

El alto costo de los desórdenes

En algunos aspectos, la falta voluntad política genera daños sociales graves.

Se ha tolerado por decenios el uso de motocicletas sin efectivas regulaciones y estricto imperio de las reglas del juego. Resulta una rareza (valga el ejemplo) el que los motociclistas respeten las luces de los semáforos. Han llegado a constituir la principal causa de accidentes y mortalidad en el tránsito.

Aquí, en los hechos existe amplía libertad para robarse la luz y somos un país excepcional en el que el precio de la energía no fluctúa en base a sus costos reales. Por tanto el mercado eléctrico es ineficiente y las cifras de muertes por electrocución al manipular líneas eléctrica son alarmantes.

Poseemos ciudades muy invadidas en sus espacios públicos por el comercio y pequeñas cocinas y otros negocios callejeros informales. Padecemos una abrumadora arrabalización.

República Dominicana sufre el incorregible mal de la indefinición fronteriza. El entra y sale con Haití es permanente junto a un “intercambio” comercial desaduanizado. Inmigración escasamente restringida. Traer y emplear haitianos ha sido un gran negocio para autoridades maleadas, empleadores voraces y miles más que los usan como servidumbre ilegal. Vamos a estar pagando por mucho tiempo, y en conflictividad con el mundo, el no haber hecho valer los límites.

¿LOS REYES PONEN? ¡Síííí! 

Pero lo más cierto es que los niños merecen y que la tradición de obsequiarles es digna y debe mantenerse. Lo sabemos bien: fuimos pequeños. Sus proveedores deben “reinar” con sus ineludibles obligaciones paternas. Procreadores de ambos sexos tienen que responder por sus hijos; alimentarlos, educarlos y estimular una sana imaginación a lo que pueden contribuir los juguetes.

Los adultos de la familia “gobiernan” proles sin haber sido elegidos por el voto popular. Su autoridad les llega por un imperativo natural que genera funciones superiores por consaguinidad como en las monarquías. Felipe VI reemplazó a Juan Carlos primero, su progenitor. Los padres responsables, en general, son reyes aunque no les llamemos Melchor, Gaspar o Baltasar. Total, a veces tienen que hacer magias para poder regalar.

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