El amor, la cibernética y el siglo XXI

El amor, la cibernética y el siglo XXI

El próximo viernes celebraremos el Día del Amor y la Amistad. Aprovecho para felicitarlos por nuestra amistad y aceptar que el joven Cupido, se ha modernizado. Han cambiado las formas de expresión del amor de una manera que a muchos de nosotros los de más de “15 años” nos sorprende y, peor, nos apena por la pérdida acelerada del romanticismo. La historia es indetenible, los tiempos son mutantes, cambian. Por mucho tiempo se creyó que el amor era ajeno a los intereses del mercado, pero las últimas teorías apuntan a que este sentimiento es, en cierto modo, un producto inherente a la sociedad de consumo.

En la última obra sobre el amor, “Por qué duele el amor, una explicación sociológica”’, de la israelí Eva Illouz, esta sostiene la teoría de que si en siglos pasados las obras literarias, como folletines y poemarios fueron responsables de la difusión de “modelos de comunicación y acción para los amantes y crearon así la ilusión del amor romántico”, en esta época la función es desempeñada por la industria cultural y la publicidad, donde la cibernética participa de manera muy activa.

¿Cómo podrá sobrevivir en esta época consumista y de alta tecnología ese particular sentimiento tan especial y tierno que es el amor, constituido en la historia social moderna como el último refugio acogedor de la espontaneidad y de la entrega altruista y la máxima expresión de las relaciones no interesadas?

Veamos algunos ejemplos. 1) la película HER muestra el amor de un humano con la inteligencia artificial de su computadora. 2) Un producto llamado Fundawer, hecho para las relaciones a larga distancia, viene con ropa interior para él y para ella y tiene nódulos de vibraciones que pueden activarse de forma remota con un iPhone. 3) El RealTouch es un USB conectado a un juego sexual que permite sexo interactivo con otra persona a través de Internet. 4) La empresa japonesa de lencería femenina Ravijour presentó un sostén (brassier) con sensores electrónicos que se abre y cae solo en los casos de verdadero amor o de deseo sexual. Sobre el amor pasional no creo equivocarme: su mayor encanto, es el motivante “juego-ritual”, eso que disfrutamos estimulando paulatinamente nuestros cinco sentidos. Esa previa, cálida, gratificante y encantadora vivencia preparatoria, ¿podría computarizarse? Una dama enamorada, con negligé negro y embriagantes aromas, junto a su apasionado amante “conversando” en el tálamo mullido, ¿generaría acciones cibernéticas?

La tecnología es rampante, pero esa enervante pasión y la inmensa ternura del verdadero amor no podrán desvanecerse ante ninguna tecnología. A esa dopamina, reverberante en los núcleos talámicos y áreas límbicas de nuestros cerebros y secretada por el amor no podrá reemplazarla ninguna enmarañada cibernética. Esas gratas sensaciones del encendido amor nunca podrán desparecer.
Quienes mejor las interpretan son los poetas. Como homenaje al amigo, permítanme citar al galardonado poeta Tony Raful: “¿Quién dijo que la vida es la miseria cotidiana, la ruindad del alma, los apegos a la rutina, la muerte de toda ensoñación? Mientras el alma, se mueva, alcance satisfacciones estéticas, y la lengua española siga marcando la fuerza telúrica de sus mejores cantores, no tenemos derecho a fosilizarnos en la mediocridad oscura de las emociones primarias”. Por eso prefiera usted hoy decirle tiernamente al oído a su amada “Te quiero mucho” en vez de “T.Q.M.”

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