¡El arte dominicano!

¡El arte dominicano!

Tal como señalaba en la entrega anterior, durante su intervención en el coloquio titulado “¿Qué determina el precio de una obra de arte?”(CEARCA/Mesa Fine Art/15/05/2012), los especialistas Gamal Michelén, Abil Peralta Agüero y Juan José Mesa presentaron datos precisos y sumamente reveladores sobre los múltiples factores que inciden en la vitalidad de que goza actualmente la economía del arte a nivel global.

Resumiendo, en sus respectivas intervenciones, Michelén Mesa y Peralta Agüero precisaban en torno a la dinámica y los matices de la relación entre el arte, el poder y el dinero en el mundo actual. Asimismo, los tres coinciden y desafinan en sus distintas apreciaciones sobre la  densa trama de intereses, legítimos e ilegítimos, que traspasa la nebulosa, deslumbrante y crítica  actualidad del  mercado del arte  en Santo Domingo, concediendo suma importancia a “factores esenciales” como la necesidad de políticas y estrategias en  favor del desarrollo, difusión y posicionamiento de la producción artística nacional  y hasta proclamando la urgente transformación de nuestros “paradigmas culturales”.

Si, tal como advierte Peralta Agüero, las bases formativas del artista: académico o didáctico; la trayectoria profesional o historia personal y relacional con determinados núcleos sociales, políticos, económicos y culturales; la medición y calificación de esta relación con personas, instituciones, corporaciones y  escenarios  de resonancia, incluyendo contextos geopolíticos y culturales, países y ciudades, constituyen factores determinantes de la espiral de  cotización de las obras de arte, entonces,  a mí no me resultaría tan inquietante confrontar la realidad palpable de un arte actual dominicano tan esencialmente identitario, atractivo y provocador como sobrevaluado,  devaluado y prácticamente “secuestrado” a nivel doméstico.

Pero, ¿qué es lo que realmente quieren decir estos expertos cuando hablan de transformar paradigmas, medir, calificar -en el caso dominicano- la relación personal y la producción de los artistas nacionales con núcleos sociales, políticos, económicos, corporaciones, instituciones culturales, contextos geopolíticos y espacios de resonancia?  Entiendo que de lo que hablan es de la urgencia de apostar resueltamente a favor  de nuestras expresiones y valores artísticos más auténticos,  tanto desde adentro como hacia fuera.

Creo que se refieren a que los esfuerzos por proyectar y posicionar en forma merecida nuestra producción simbólica no deben seguir recayendo en los propios productores y en algunos escasos promotores individuales. Advierto que con sus reflexiones lo que hacen es invitar a los sectores más sensibles y avanzados de nuestra sociedad a ponerse  “entonar” con su arte y con su tiempo; a celebrar sus éxitos personales, familiares o colectivos y también  a establecer su “prestigio” mediante la protección de nuestros signos culturales de mayor esplendor y capacidad de trascendencia.

Mientras tanto, como consecuencia de la ausencia de políticas y estrategias de proyección, se podría decir que las artes plásticas y visuales dominicanas están fuera del gran juego del mercado del arte a nivel internacional. Y todo esto aun contando con artistas notables y destacados, como  Iván Tovar, Vicente Pimentel, José Rincón Mora, Marcos Lora  Read, José García Cordero, Jorge Pineda y Limber Vilorio, de presencia constante en importantes  galerías, museos e  instituciones de los circuitos europeos.

Entre los aspectos a tener en cuenta para una estrategia de posicionamiento del arte dominicano en el mercado nacional e internacional, Abil Peralta Agüero considera la “estimulación y provocación de atención de los mercados, mediante la asociación de una buena agencia de mercadeo (las galerías de arte o los dealers de arte), con una estrategia de promoción cultural, comercial y social personal, a través medios de comunicación especiales; además de la documentación, registro y depósito de la obra para la libre consulta en revistas especializadas, revistas de economía, revistas de alto nivel social, revistas académicas; periódicos nacionales e internacionales; sitios web especializados y de alto nivel de legitimación global; producción de catálogos internacionales y monografías especiales”…

Entre los factores que provocan la “nebulosa” del mercado y la situación de marginalidad del arte dominicano, hay que agregar, según Juan José Mesa, la “sobrevaluación” de una parte considerable de la producción artística que se mercadea. Mientras que el “art dealer” Jorge Solano y el coleccionista Mario Martínez no se complican mucho y aclaran que, hoy día, en Santo Domingo, una obra de arte vale lo que el comprador esté dispuesto o pueda  llegar a pagar por la misma. Al respecto, se disparan los puntos de vista y opiniones. Lo que se sabe realmente es que, casi siempre, son los artistas quienes les ponen precio a sus obras y al hacerlo siempre pueden proclamar o reservarse sus  motivos y razones.

Además de Iván Tovar, Ramón Oviedo, Domingo Liz, Dionisio Blanco y José García Cordero, en realidad, son muy pocos los artistas dominicanos cuyas obras se han ofertado en las grandes casas de subastas de Nueva York. Y como buscando llenar el vacío que determina la explicable ausencia del arte dominicano en las grandes  ferias y subastas internacionales, en los últimos años, Mildred Canahuate y Juan José Mesa han organizado varias subastas de arte dominicano y caribeño en Santo Domingo, cuyos resultados nos permiten registrar unos precios más o menos confiables que traslucirían el nivel de las apuestas de los coleccionistas dominicanos por su arte. En la próxima entrega, compartiremos con los lectores de Areíto algunos datos al respecto…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas