El Balaguer  que conocí

El Balaguer  que conocí

 

 

Conocer y tratar de cerca al doctor Joaquín Balaguer fue para mí un privilegio que jamás olvidaré.  Le conocí en mis años de estudiante, hablé por primera vez con él en una visita que hiciéramos a Palacio un grupo  de universitarios cuando Balaguer era Vicepresidente de la República. Desde aquel primer encuentro, ese hombre sencillo al que todo los presentes se dirigían con respeto, me impactó agradablemente.

Años después, cuando el doctor Balaguer se encontraba en el exilio en la ciudad de New York, tuve la oportunidad de tratarle más íntimamente, conocer algunas de sus inquietudes y acompañarle varias veces al modesto hotel donde vivía en el alto Manhatan.  En esos tiempos, la conversación con Balaguer se desarrollaba principalmente con la temática de la educación; se preocupaba por el avance de mis estudios y siempre me recordaba  que la lectura era la base de la mejor preparación. Me recomendaba libros de lectura obligada, consejos que seguí con atención. En esa época de exilio, presencié varios encuentros importantes donde Balaguer  manifestaba su lúcido criterio sobre el futuro del país.

Al correr los años, ya  Balaguer investido como Jefe de Estado, mis relaciones con el líder reformista fueron siempre cordiales, pero hasta 1980 alejadas de los quehaceres políticos.  A partir de esa fecha, me involucré directamente en la política, presidiendo un numeroso grupo empresarial que propugnaba por el retorno de Balaguer al poder.  Había militado desde muy joven en el Partido Reformista y el movimiento que le antecedió, Acción Social, pero no fue hasta el inicio de la década de los años ochenta que me dediqué activamente al trabajo partidario.

Ese hombre extraordinario que fue Joaquín Balaguer vive y seguirá en mis recuerdos, como un hombre enérgico pero afable, de trato cortés y en mi caso en momentos hasta paternal.

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